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Concepciones del maestro sobre la ética

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<strong>Concepciones</strong> <strong>del</strong> <strong>maestro</strong> <strong>sobre</strong> <strong>la</strong> <strong>ética</strong><br />

de el hombre aprende a tener cuidado de sí, es decir, incorpora en su<br />

naturaleza <strong>la</strong> capacidad de no causarse daño o <strong>la</strong> experiencia <strong>del</strong> autocuidado;<br />

<strong>la</strong> disciplina, asociada a los primeros años de formación, le permite<br />

al hombre habituarse a ser responsable de sí; y <strong>la</strong> instrucción, re<strong>la</strong>cionada<br />

con <strong>la</strong> formación en <strong>la</strong> cultura y a los años de formación media y superior,<br />

busca formar al hombre en <strong>la</strong> esfera de <strong>la</strong> vida comunitaria donde<br />

<strong>la</strong> dignidad adquiere el sentido de ser una experiencia de <strong>la</strong> humanidad<br />

en su sentido universal.<br />

Por tanto, en su naturaleza y sus fines <strong>la</strong> educación busca moralizar al<br />

hombre. Se trata de encontrar y asumir una forma de vida, matizada<br />

por una racionalidad que vale igual para uno y para todos. En <strong>la</strong> idea<br />

de que <strong>la</strong> “educación hace hombre al hombre” (Kant, 2004, p. 27), se<br />

encuentra el germen a partir <strong>del</strong> cual <strong>la</strong> racionalidad moraliza desde <strong>la</strong><br />

incorporación y socialización <strong>del</strong> imperativo categórico. En <strong>la</strong> educación,<br />

éste se convierte en dominio público, por cuanto es <strong>la</strong> posibilidad<br />

de vivirlo como cultura. Como afirma Vargas (2004):<br />

104<br />

La educación es un dispositivo para el perfeccionamiento de <strong>la</strong> naturaleza humana;<br />

pues, puede decirse fenomenológicamente: <strong>la</strong> cosa misma de <strong>la</strong> que<br />

el<strong>la</strong> se ocupa es de elevar <strong>la</strong> humanidad a su más alto sentido, quiere<br />

esto decir: se trata de realizar <strong>la</strong> esencia de lo humano como tal, primero<br />

fundando su sentido en <strong>la</strong> mera razón; y, luego, disponiendo a todos y<br />

cada uno de los ciudadanos para encarnar ese sentido de historia y cultura.<br />

En esto consiste una “buena educación” (p. 10).<br />

Esta exigencia y reto para cualquier proceso que quiera l<strong>la</strong>marse educativo<br />

merece darle el calificativo de “proyecto intergeneracional” (Kant,<br />

2004, p. 26 y 28). Esto indica que aunque existan <strong>la</strong>s condiciones en<br />

<strong>la</strong> naturaleza humana para alcanzar condiciones de moralidad, ello no<br />

obvia un hecho que es indiscutible en <strong>la</strong> educación: el ser humano, en<br />

su realidad de ser finito, es naturalmente perfectible. La educación, por<br />

tanto, es un “proceso y proyecto de una humanidad que llegará a su<br />

propio destino, a un destino autoimpuesto que da sentido a todas <strong>la</strong>s<br />

operaciones vitales de cada uno de los miembros de <strong>la</strong> especie” (Vargas,<br />

2004, p. 10).

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