Concepciones del maestro sobre la ética
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<strong>Concepciones</strong> <strong>del</strong> <strong>maestro</strong> <strong>sobre</strong> <strong>la</strong> <strong>ética</strong><br />
fico debe orientar su deseo? “Sólo es posible querer lo que se conoce, y<br />
sólo es posible desear lo bueno si lo conozco como tal” (Martínez, 2007).<br />
La educación debe tener como fin <strong>la</strong> formación <strong>del</strong> hombre prudente;<br />
quien alcanza <strong>la</strong> prudencia es un sujeto que alcanza su excelencia como<br />
ser humano, por tanto, es mo<strong>del</strong>o y medida real de cómo se debe ser. A<br />
través de sus actos, consistentes en saber elegir los medios que le procuren<br />
<strong>la</strong> obtención de determinado fin, el prudente manifiesta autorregu<strong>la</strong>ción<br />
interna, control de los impulsos y acumu<strong>la</strong>ción de experiencia valiosa en<br />
su transcurso hacia <strong>la</strong> consecución <strong>del</strong> buen vivir, y debido a <strong>la</strong> formación<br />
<strong>del</strong> hábito, <strong>la</strong> educación contribuye a que el educando haga efectivo<br />
un modo de ser (carácter) que permanece.<br />
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La “educación <strong>ética</strong> y en valores humanos” (Ley General de <strong>la</strong> Educación-Ley<br />
115/94), <strong>la</strong>s más de <strong>la</strong>s veces no es otra cosa que un afán <strong>del</strong><br />
<strong>maestro</strong> por “enseñar valores”, es decir, se busca que el alumno “conozca<br />
valores”, pero esta tarea se reduce so<strong>la</strong>mente a “conocer derechos”, lo<br />
cual es en definitiva una operación apenas cognoscitiva, cuando debería<br />
ser una auténtica formación de sujetos de derechos. Con una auténtica<br />
“educación <strong>ética</strong>” se pretende no sólo conocer valores, sino actuar bien<br />
o realizar con los actos cotidianos esos valores. Por ello se puede seguir<br />
afirmando que realmente ‘sabe de <strong>ética</strong> el que actúa <strong>ética</strong>mente’. Si tan sólo<br />
se “enseña” <strong>la</strong> <strong>ética</strong>, <strong>la</strong> educación moral queda reducida a lo meramente<br />
cognoscitivo, pero de lo que se trata es de que los sujetos en formación<br />
lleven a <strong>la</strong> praxis –como afirmaban los griegos–, los valores, actuando<br />
de acuerdo con ellos. La “enseñanza” de <strong>la</strong> <strong>ética</strong> es <strong>la</strong> negación de el<strong>la</strong><br />
misma, pues <strong>la</strong> <strong>ética</strong> no es un saber teórico, sino un saber práctico –como<br />
decía Aristóteles–, y da cuenta de haberlo aprendido adecuadamente el<br />
individuo que, mediante sus acciones, muestra un modo de ser excelente,<br />
de otra manera es inútil. Si no se repara en esto está c<strong>la</strong>ro que “enseñar<br />
valores” ayuda muy poco, o lo que es lo mismo, constituye el fracaso de<br />
<strong>la</strong> tarea de educar moralmente. “No basta con saber qué se debe hacer<br />
sino que debe ser llevado a cabo” (Martínez, 2007).<br />
La “educación moral” fundamentada en el pensamiento ético de Aristóteles<br />
es entonces no un “conocimiento”, sino un saber de tipo práctico<br />
y, por tanto, normativo o prescriptivo, lo cual seña<strong>la</strong> con precisión que