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Concepciones del maestro sobre la ética

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<strong>Concepciones</strong> <strong>del</strong> <strong>maestro</strong> <strong>sobre</strong> <strong>la</strong> <strong>ética</strong><br />

obedece a que lo que sea concretamente “vivir <strong>la</strong> vida buena” es re<strong>la</strong>tivo<br />

al acto de existir en determinadas circunstancias, pues todo ser humano<br />

se re<strong>la</strong>ciona con sus circunstancias en tanto que portador de una identidad<br />

social concreta y, por tanto, lo que sea bueno para mí lo será para<br />

cualquiera con quien comparta dicha identidad. “Como tal heredo <strong>del</strong><br />

pasado de mi familia, mi ciudad, mi tribu, mi nación, una variedad de<br />

deberes, herencias, expectativas correctas y obligaciones. El<strong>la</strong>s constituyen<br />

los datos previos de mi vida, mi punto de partida moral. Confieren<br />

en parte a mi vida su propia particu<strong>la</strong>ridad moral” (MacIntyre, 2001,<br />

p. 271); pero ello no supone imposibilidad de criticar o de reparar en<br />

lo que haya de moralmente precario en mi comunidad, sin embargo, no<br />

puedo hacer como si esa tradición de <strong>la</strong> que formo parte no existiera.<br />

MacIntyre afirma que estas ideas pueden parecer extrañas y sorprendentes<br />

a los partidarios <strong>del</strong> punto de vista <strong>del</strong> individualismo moderno,<br />

pues, según este, “yo soy lo que haya escogido ser”, lo cual implica una<br />

separación <strong>del</strong> yo de sus papeles y regímenes históricos y sociales,<br />

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[…] y el yo así separado… [es] un yo que puede no tener historia. El<br />

contraste con el punto de vista narrativo <strong>del</strong> yo está c<strong>la</strong>ro. Porque <strong>la</strong><br />

historia de mi vida está siempre embebida en <strong>la</strong> de aquel<strong>la</strong>s comunidades<br />

de <strong>la</strong>s que derivo mi identidad. He nacido con un pasado, e intentar<br />

desgajarme de ese pasado a <strong>la</strong> manera individualista, es deformar<br />

mis re<strong>la</strong>ciones presentes. La posesión de una identidad histórica y <strong>la</strong><br />

posesión de una identidad social coinciden. Tengamos presente que <strong>la</strong><br />

rebelión contra mi identidad es siempre un modo posible de expresar<strong>la</strong><br />

(MacIntyre, 2001, pp. 271-272).<br />

Si no existiesen <strong>la</strong>s particu<strong>la</strong>ridades morales de <strong>la</strong>s que debo partir, no<br />

existiría punto de partida alguno, y es a partir de estas que puedo avanzar<br />

en búsqueda <strong>del</strong> bien, lo universal; <strong>la</strong> particu<strong>la</strong>ridad no puede ser<br />

ignorada o abandonada. “La noción de escapar de el<strong>la</strong> hacia un dominio<br />

de máximas enteramente universales que pertenezcan al hombre como<br />

tal, sea bajo su forma dieciochesca kantiana o como lo presentan algunas<br />

filosofías analíticas modernas, es una ilusión de consecuencias dolorosas”<br />

(MacIntyre, 2001, p. 272). Sin embargo, MacIntyre ac<strong>la</strong>ra que<br />

su concepto de “tradición” puede ser confundido con el uso ideológico<br />

que le han dado los teóricos políticos conservadores, por eso argumenta

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