Concepciones del maestro sobre la ética
Concepciones del maestro sobre la ética
Concepciones del maestro sobre la ética
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
dría determinar el fin de una práctica, de manera que se juzgue como<br />
correcta o no? Porque, como él mismo afirma, el que <strong>la</strong>s virtudes en<br />
principio necesiten ser definidas y explicadas por referencia a <strong>la</strong> noción<br />
de práctica, en modo alguno obliga a aprobar todas <strong>la</strong>s prácticas en<br />
todas <strong>la</strong>s circunstancias. La respuesta <strong>la</strong> ofrece MacIntyre acudiendo a<br />
<strong>la</strong> explicitación <strong>del</strong> segundo de los elementos constitutivos que ha escogido<br />
para hacer inteligible un concepto unitario y central de virtud: el<br />
de “orden narrativo”.<br />
Referentes teóricos<br />
• El “orden narrativo” que da unidad a una vida humana<br />
La descripción preliminar que MacIntyre ha realizado resulta insuficiente<br />
a sus propios ojos si <strong>la</strong> contrasta con todo lo que <strong>la</strong> tradición<br />
aristotélica enseña acerca de <strong>la</strong>s virtudes; propone además que para dar<br />
una descripción que sea a <strong>la</strong> vez más adecuada a esta tradición, y más defendible<br />
racionalmente, se debe p<strong>la</strong>ntear <strong>la</strong> pregunta ¿es racionalmente<br />
justificable concebir a cada vida humana como una unidad, es decir, que<br />
tenga sentido definir<strong>la</strong> como provista de su bien propio y, por lo tanto,<br />
podamos entender <strong>la</strong>s virtudes como si su función consistiera en permitir<br />
que el individuo realice por medio de su vida un tipo de unidad<br />
con preferencia a otro? (MacIntyre, 2001, p. 251), pregunta que en el<br />
mundo premoderno Aristóteles jamás formuló explícitamente, pues <strong>la</strong><br />
consideraba presupuesta.<br />
Esta pregunta conlleva una fuerte crítica a <strong>la</strong> concepción moderna <strong>del</strong><br />
yo, porque esta asume que el individuo puede ser separado <strong>del</strong> papel<br />
social que representa, y por concebir <strong>la</strong> vida humana como compuesta<br />
de acciones discretas que no llevan a ninguna parte, que no guardan<br />
ningún orden. Esta postura no se percata –como sucede a Sartre “con<br />
toda su teoría <strong>del</strong> yo que tan perfectamente capta el espíritu de <strong>la</strong> modernidad”<br />
–, de que “una acción es un momento en una historia real o<br />
posible o en numerosas historias. La noción de historia es tan fundamental<br />
como <strong>la</strong> noción de acción. La una exige a <strong>la</strong> otra” (MacIntyre, 2001,<br />
p. 264). La imbricación de <strong>la</strong> acción con <strong>la</strong> historia es <strong>la</strong> que proporciona<br />
inteligibilidad a <strong>la</strong> primera, por lo cual MacIntyre afirma que <strong>la</strong> noción<br />
de “una” acción, aunque tenga <strong>la</strong> mayor importancia práctica, es siempre<br />
una abstracción potencialmente equívoca.<br />
69