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Concepciones del maestro sobre la ética

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Cabe entonces un interrogante: ¿por qué sabe el hombre bueno lo que<br />

debe hacer? Aristóteles sostiene que el punto de partida <strong>del</strong> conocimiento<br />

moral, no puede ser <strong>la</strong> posesión de <strong>la</strong> idea <strong>del</strong> bien o de lo bueno;<br />

el hombre bueno sabe lo que debe hacer porque aprende haciéndolo. El<br />

hombre de bien aprende a ser buena persona con <strong>la</strong> experiencia, en <strong>la</strong><br />

práctica, enfrentando situaciones en <strong>la</strong>s que se debe tomar decisiones,<br />

porque se le presenta <strong>la</strong> oportunidad de elegir entre el bien y su contrario.<br />

Las decisiones no son siempre <strong>la</strong>s mismas ni son iguales para todos<br />

los hombres, por ello es incorrecto hacer generalizaciones en materia de<br />

acciones humanas, por tanto, <strong>la</strong> virtud o <strong>la</strong> excelencia <strong>del</strong> hombre como<br />

persona no puede ser producto <strong>del</strong> conocimiento teórico y abstracto. De<br />

este modo, Aristóteles dice de <strong>la</strong> virtud que es un hábito, pues ese rasgo<br />

eminentemente humano y por el cual se nos califica de buenos o malos,<br />

se adquiere manteniendo voluntaria y permanentemente <strong>la</strong> actitud que<br />

nos es conveniente: es “una preferencia habitual o un hábito preferencial”<br />

(Moreau, 1972).<br />

Referentes teóricos<br />

El hábito está asociado a <strong>la</strong> educación, dado que <strong>la</strong>s emociones, los p<strong>la</strong>ceres<br />

y, en general, <strong>la</strong> pasión –que es tan inherente al hombre como <strong>la</strong><br />

razón–, puede incitar a <strong>la</strong> realización de actos en una dirección errónea,<br />

y para que ese riesgo sea erradicado se debe “entrenar” a los individuos<br />

en <strong>la</strong>s prácticas virtuosas, pues, como dice Aristóteles, es mediante <strong>la</strong><br />

ejecución de <strong>la</strong>s tareas propias de un oficio como adquirimos <strong>la</strong> destreza<br />

de llevar<strong>la</strong>s a efecto.<br />

• Las virtudes<br />

47<br />

Desde los re<strong>la</strong>tos <strong>del</strong> mito es conocida <strong>la</strong> preocupación <strong>del</strong> hombre griego<br />

por <strong>la</strong> mesura y <strong>la</strong> moderación. El aforismo “nada en exceso” tenía por<br />

referente a Zéus y su sentido era el de advertir que nada debía poseerse<br />

excesivamente. Estaba dirigido a los hombres poderosos, cuya codicia<br />

y ambición les hacía pedir ante el Oráculo de Delfos más dominios o<br />

mayor riqueza. Su finalidad era entonces <strong>la</strong> de atemperar el irracional<br />

deseo humano de alcanzar un máximo de todo cuanto pudiera ser poseído,<br />

potestad exclusiva de los dioses. Esta preocupación profundamente<br />

fijada en el pensamiento griego también es un elemento c<strong>la</strong>ve de <strong>la</strong> <strong>ética</strong><br />

aristotélica: Aristóteles define <strong>la</strong> virtud como término medio, es decir,

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