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Concepciones del maestro sobre la ética

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de dos extremos viciosos: defecto y exceso, como hemos dicho–, hunde<br />

sus raíces en <strong>la</strong> tradición iniciada por los filósofos anteriores a Aristóteles,<br />

quienes veían en el cósmos un universo armónico proporcionado y<br />

sujeto a medida, que le servía al hombre como mo<strong>del</strong>o ideal de su actividad<br />

moral. Aristóteles adopta esta concepción para presentar<strong>la</strong> como<br />

un ideal <strong>sobre</strong>saliente que el hombre debe evitar quebrantar por exceso<br />

o por defecto, por exageración o insuficiencia, pues descuidar <strong>la</strong> armonía<br />

y equilibrio entre ciertos deseos y sentimientos evitando de esa manera<br />

que alguno de ellos se haga muy dominante o muy débil, puede acarrear<br />

<strong>la</strong> ruina moral al hombre para toda <strong>la</strong> vida.<br />

Referentes teóricos<br />

La concepción aristotélica de <strong>la</strong>s virtudes establece que se dividen en dos<br />

grupos según su índole: virtudes <strong>ética</strong>s y virtudes diano<strong>ética</strong>s, lo cual equivale<br />

a virtudes morales y virtudes intelectuales. Esta división obedece,<br />

por un <strong>la</strong>do, a <strong>la</strong> oposición ya mencionada de Aristóteles a <strong>la</strong> idea p<strong>la</strong>tónica<br />

según <strong>la</strong> cual <strong>la</strong> virtud y el conocimiento constituyen una unidad y,<br />

por tanto, el hombre so<strong>la</strong>mente hace el mal por ignorancia, y por otro,<br />

al convencimiento de que <strong>la</strong> virtud humana no es exclusivamente de<br />

orden intelectual sino que, por el contrario, implica <strong>la</strong>s emociones concomitantemente<br />

a <strong>la</strong> razón. Son virtudes <strong>ética</strong>s <strong>la</strong>s que contribuyen a <strong>la</strong><br />

formación o forja <strong>del</strong> carácter de <strong>la</strong>s personas, y dicho carácter se muestra<br />

en que los actos virtuosos no son un asunto incidental o fortuito,<br />

sino <strong>la</strong> marca diferenciadora <strong>del</strong> individuo que obra virtuosamente en<br />

toda su vida; de esta manera, <strong>la</strong>s virtudes no poseen carácter “natural”,<br />

sino adquirido por hábito, por <strong>la</strong> costumbre de actuar de acuerdo con<br />

el<strong>la</strong>s, y a través de sus actos podemos hacer c<strong>la</strong>sificaciones entre personas<br />

de buenas o ma<strong>la</strong>s costumbres.<br />

49<br />

• La prudencia, <strong>la</strong> elección y <strong>la</strong> <strong>del</strong>iberación<br />

Las virtudes propias de <strong>la</strong> inteligencia o diano<strong>ética</strong>s incluyen, junto a <strong>la</strong><br />

sabiduría filosófica o contemp<strong>la</strong>ción, <strong>la</strong> prudencia (phrónesis). Este acento<br />

intelectual de <strong>la</strong> <strong>ética</strong> aristotélica está justificado por ser el lógos, <strong>la</strong> racionalidad,<br />

lo que determina <strong>la</strong> función <strong>del</strong> hombre y, por ende, esta debe<br />

ser asimismo el soporte de su eticidad. La prudencia es en Aristóteles <strong>la</strong><br />

capacidad propia <strong>del</strong> hombre que ha alcanzado su mayor crecimiento o<br />

desarrollo, mediante <strong>la</strong> cual puede penetrar en <strong>la</strong>s cuestiones prácticas

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