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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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para cables a tiempo parcial durante tres años. Por favor… He visto tan poco del mundo que prácticamente nosé nada. —Mi tono de voz va subiendo y haciéndose cada vez más alto y más agudo según me voyacercando al final de mi explicación.—Eres la persona que más ha leído de todas las que conozco —me responde con total sinceridad—. Tevuelven loca los buenos <strong>libro</strong>s. No podías dejar tu trabajo ni cuando estábamos de luna de miel. ¿Cuántosmanuscritos te leíste? ¿Cuatro?—Cinco —le corrijo en un susurro.—Y has escrito informes completos de todos ellos. Eres una mujer brillante, Anastasia. Estoy seguro deque puedes hacerlo.—¿Estás loco?—Loco por ti —murmura.Yo sonrío como una boba porque es todo lo que puedo hacer. Entorna los ojos.—Todo el mundo se va a mofar de ti, Christian. Has comprado una empresa para una mujer que en su vidaadulta solo ha tenido un trabajo a tiempo completo durante unos pocos meses.—¿Crees que me importa una mierda lo que piense la gente? Además, no estarás sola.Vuelvo a mirarle con la boca abierta. Esta vez sí que ha perdido la cabeza.—Christian, yo… —Tengo que apoyar la cabeza en las manos porque siento un torbellino de emociones.¿Está loco? Desde algún lugar oscuro y profundo de mi interior me surge la repentina e inapropiadanecesidad de reírme. Cuando levanto la vista para mirarle, él tiene los ojos muy abiertos.—¿Hay algo que le divierta, señorita Steele?—Sí. Tú.Sus ojos se abren un poco más, asombrados y a la vez divertidos.—¿Te estás riendo de tu marido? No deberías. Y te estás mordiendo el labio.Sus ojos se oscurecen de esa forma… Oh, no… Conozco esa mirada. Sensual, seductora, lasciva… ¡No,no, no! Aquí no.—Ni se te ocurra —le aviso con la voz llena de alarma.—¿Que ni se me ocurra qué, Anastasia?—Conozco esa mirada. Estamos en el trabajo…Se inclina un poco hacia delante con sus ojos, gris líquido y ávidos, fijos en los míos. Oh, madre mía…Trago saliva instintivamente.—Estamos en un despacho pequeño, razonablemente insonorizado y con una puerta que se puede cerrarcon llave —me susurra.—Comportamiento inmoral flagrante —le digo pronunciando las palabras con mucho cuidado.—No si es con tu marido.—¿Y si es el jefe del jefe de mi jefe? —le pregunto entre dientes.—Eres mi mujer.—Christian, no. Lo digo en serio. Esta noche puedes follarme mil veces peor que el domingo. Pero ahorano. ¡Aquí no!Parpadea y vuelve a entornar los ojos. Y después ríe inesperadamente.

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