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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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—¿Champán? —les pregunta Christian mientras se dirigen a la pista de baile cogidos de la mano.Ethan levanta el pulgar y Mia asiente con energía.Kate y Elliot se acomodan en los asientos de suave terciopelo con las manos entrelazadas. Se les ve muyfelices, con las caras relajadas y radiantes a la suave luz de las velas que hay en unos portavelas de cristalsobre la mesa baja. Christian me hace un gesto para que me siente y me sitúo al lado de Kate. Él se sienta ami lado y examina ansioso la sala.—Enséñame el anillo. —Tengo que elevar la voz para que se me oiga por encima de la música. Voy aestar ronca cuando acabe la noche.Kate me sonríe y levanta la mano. El anillo es exquisito, un solitario con un engarce muy finamentetrabajado y pequeños diamantes a ambos lados. Tiene cierto aire retro victoriano.—Es precioso.Ella asiente encantada y estira el brazo para darle un apretón al muslo de Elliot. Él se acerca y le da unbeso.—Buscaos una habitación —les digo.Elliot sonríe.Una mujer joven con el pelo corto y oscuro y una sonrisa traviesa, que lleva los mismos pantaloncitos desatén sexis (debe de ser el uniforme), viene a tomarnos nota.—¿Qué queréis beber? —pregunta Christian.—No se te ocurra pagar la cuenta aquí también —gruñe Elliot.—No empieces con esa mierda otra vez, Elliot —dice Christian sin acritud.A pesar de las protestas de Kate, Elliot y Ethan, Christian ha pagado la cena. Simplemente ha rechazadosus objeciones con un gesto de la mano y no ha dejado que nadie hablara de pagar. Le miro con adoración.Mi <strong>Cincuenta</strong> Sombras… siempre ejerciendo el control.Elliot abre la boca para decir algo, pero vuelve a cerrarla, sabiamente creo.—Yo quiero una cerveza —dice.—¿Kate? —pregunta Christian.—Más champán, por favor. El Cristal está delicioso. Pero estoy segura de que Ethan prefiere una cerveza.—Le sonríe a Christian con dulzura (sí, dulzura). Irradia felicidad por todos los poros. Puedo sentir su alegríay es un placer compartirla con ella.—¿Ana?—Champán, por favor.—Una botella de Cristal, tres Peronis y una botella de agua mineral fría. Seis copas —dice con su habitualtono autoritario y firme.Me resulta tremendamente sexy.—Sí, señor. Ahora mismo se lo traigo. —La señorita Minishorts de Satén número dos le dedica una ampliasonrisa, pero esta vez no hay pestañeo, aunque se ruboriza un poco.Niego con la cabeza, resignada. Es mío, guapa.—¿Qué? —me pregunta.—Esta no ha agitado las pestañas. —Sonrío burlonamente.

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