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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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Entonces sus ojos se oscurecen y su expresión se vuelve depredadora.—¿Quieres sentirte oprimida? —susurra con una voz suave como la seda.—No. Oprimida no… —murmuro a la vez que le hago otra foto.—Yo podría oprimirla muy bien, señora Grey —me amenaza con voz ronca.—Sé que puede, señor Grey. Y lo hace con frecuencia.Su cara se pone triste. Mierda. Bajo la cámara y le miro.—¿Qué pasa, Christian? —Mi voz rezuma frustración. ¡Dímelo!No dice nada. ¡Arrrggg! Me saca de quicio. Me acerco la cámara al ojo otra vez.—Dímelo —insisto.—No pasa nada —dice y de repente desaparece del visor. En un movimiento rápido y ágil tira la caja de lacámara al suelo del camarote, me agarra, me tumba sobre la cama y se sienta a horcajadas sobre mí.—¡Oye! —exclamo y le hago más fotos mientras me sonríe con oscura resolución. Agarra la cámara por lalente y la fotógrafa se convierte en la fotografiada cuando me apunta con la Nikon y presiona el botón delobturador.—¿Así que quiere que le haga fotos, señora Grey? —me dice divertido. De su cara no puedo ver más queel pelo alborotado y la amplia sonrisa de su boca bien delineada—. Bien, pues para empezar, creo quedeberías estar riéndote —continúa y me hace cosquillas sin piedad bajo las costillas, lo que hace que chille,me retuerza, me ría y le agarre la muñeca en un vano intento de detenerle. Su sonrisa se hace más amplia yvuelve a hacerme fotos.—¡No! ¡Para! —le grito.—¿Estás de broma? —gruñe y deja la cámara a un lado para poder torturarme con ambas manos.—¡Christian! —protesto sin dejar de reírme y de resoplar. Nunca me había hecho cosquillas antes. ¡Joder,basta! Muevo la cabeza de lado a lado e intento escapar de debajo de su cuerpo y apartarle las manos sin dejarde reír, pero es implacable. No deja de sonreír, disfrutando de mi tormento.—¡Christian, para! —le suplico y se detiene de repente. Me coge las dos manos, me las sujeta a amboslados de la cabeza y se inclina sobre mí. Estoy sin aliento, jadeando por la risa. Su respiración es tan agitadacomo la mía y me está mirando con… ¿qué? Mis pulmones dejan de funcionar. ¿Asombro? ¿Amor?¿Veneración? Dios, esa mirada…—Eres. Tan. Hermosa —dice entre jadeos.Le miro a esa cara que tanto quiero hipnotizada por la intensidad de su mirada; es como si me estuvieraviendo por primera vez. Se inclina más, cierra los ojos y me besa, embelesado. Su respuesta despierta milibido… Verle así, anulado, por mí… Oh, Dios mío… Me suelta las manos y enrosca los dedos en mi pelo,manteniéndome donde estoy sin ejercer fuerza. Mi cuerpo se eleva y se llena de excitación en respuesta a subeso. Y de repente cambia la naturaleza del beso; ya no es dulce y lleno de veneración y admiración. Ahorase vuelve carnal, profundo, devorador… Su lengua me invade la boca, cogiendo y no dando, en un beso conun punto desesperado y necesitado. Mientras el deseo se va extendiendo por mi sangre, despertando a losmúsculos y los tendones a su paso, siento un escalofrío de alarma.Oh, <strong>Cincuenta</strong>, ¿qué pasa?Inspira bruscamente y gruñe.

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