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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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nos enfrentamos a la señorita Matteo. ¿Sabe que a ella le atrae y lo está haciendo a propósito para que lo vea?Siento una oleada de placer cuando entiendo que está intentando que me sienta segura. O tal vez le estémandando a esa mujer un mensaje alto y claro de que ya está pillado.Mío. Sí, zorra… mío. La diosa que llevo dentro se ha puesto el traje de gladiadora y ha decidido que no vaa hacer prisioneros. Sonriendo para mí cojo tres copas del armario, la botella de sauvignon blanc delfrigorífico y lo pongo todo en la barra para el desayuno. Gia está inclinada sobre la mesa y Christian de pie asu lado señalándole algo de los planos.—Creo que Ana tiene alguna objeción acerca de la pared de cristal, pero en general los dos estamosencantados con las ideas que nos has presentado.—Oh, me alegro —dice Gia, visiblimente aliviada, y al decirlo le toca el brazo a Christian en un gestocoqueto. Christian se tensa de inmediato de forma sutil. Ella no parece notarlo. Déjale tranquilo ahora mismo.No le gusta que le toquen…Dando un paso para alejarse y quedar fuera de su alcance, Christian se vuelve hacia mí.—Por aquí empezamos a tener sed… —me dice.—Ya voy.Sigue jugando. Ella le hace sentir incómodo. ¿Por qué no me he dado cuenta de eso antes? Por eso no mecae bien. Él está acostumbrado a la forma en que las mujeres reaccionan ante él. Yo lo he visto muchas vecesy él no suele darle importancia. Pero que le toquen es otra cosa. Bien, la señora Grey al rescate.Sirvo el vino rápidamente, cojo las tres copas y voy corriendo a salvar a mi caballero en apuros. Le ofrezcouna copa a Gia y me coloco entre ella y Christian. Ella me sonríe educadamente al coger la copa. Le paso lasegunda copa a Christian, que la coge ansioso, con una expresión de gratitud divertida.—Salud —nos dice Christian a las dos, pero mirándome a mí. Gia y yo levantamos las copas yrespondemos al unísono. Le doy un sorbo al vino que me sienta de maravilla.—Ana, ¿tienes objeciones sobre la pared de cristal? —me pregunta Gia.—Sí. Me encanta, no me malinterpretes. Pero prefiero que la incorporemos de una forma más orgánica a lacasa. Yo me enamoré de la casa como estaba y no quiero hacer cambios radicales.—Ya veo.—Quiero que el diseño sea algo armonioso… Más en consonancia con la casa original. —Miro aChristian, que me observa pensativo.—¿Sin grandes reformas? —me pregunta.—Exacto. —Niego con la cabeza para enfatizar lo que quiero decir.—¿Te gusta como está?—En su mayor parte sí. En el fondo siempre he sabido que solo necesitaba unos toques de calor humano.Los ojos de Christian brillan con ternura. Gia nos mira a los dos y se ruboriza.—Está bien —dice—, creo que sé lo que quieres decir, Ana. ¿Y qué te parece si dejamos la pared decristal, pero la ponemos mirando a un porche más grande para seguir manteniendo el estilo mediterráneo? Yatenemos la terraza de piedra. Podemos poner pilares de la misma piedra, muy separados para que no se pierdala vista. Y añadir un techo de cristal o azulejos como los del resto de la casa. Así conseguimos una zonatechada y abierta donde comer o sentarse.

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