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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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Rápidamente escondo la BlackBerry en el cajón de mi escritorio. Me pongo de pie, me estiro la falda lápizgris, me doy un pellizco en las mejillas para darles un poco de color y me desabrocho otro botón de la blusade seda gris. Vale, estoy preparada. Inspiro hondo y salgo de la oficina para ver a la tristemente famosa Leila,ignorando la música de «Your Love is King» y el zumbido amortiguado que sale del cajón de mi mesa.A Leila se la ve mucho mejor. Algo más que mejor… Está muy atractiva. Tiene un rubor rosa en lasmejillas, sus ojos marrones brillan y lleva el pelo limpio y brillante. Va vestida con una blusa rosa pálido ypantalones blancos. Se pone de pie en cuanto entro en la sala de reuniones y su amiga también, una mujerjoven con el pelo oscuro y ojos marrones del color del brandy. Prescott permanece en un rincón sin apartarlos ojos de Leila.—Señora Grey, muchas gracias por acceder a verme. —Leila habla en voz baja pero clara.—Mmm… Disculpad las medidas de seguridad —murmuro mientras señalo distraídamente a Prescottporque no se me ocurre nada más que decir.—Esta es mi amiga Susi.—Hola —saludo con la cabeza a Susi. Se parece a Leila. Y a mí. Oh, no. Otra más.—Sí —dice Leila, como si acabara de leerme el pensamiento—. Susi también conoce al señor Grey.¿Y qué demonios se supone que puedo decir ante eso? Le sonrío educadamente.—Sentaos, por favor —les pido.Llaman a la puerta. Es Hannah. Le hago una seña para que entre porque sé perfectamente por qué viene amolestarnos.—Perdón por la interrupción, Ana. Es que tengo al señor Grey al teléfono.—Dile que estoy ocupada.—Ha insistido mucho, Ana —me dice un poco asustada.—No lo dudo. Pídele disculpas de mi parte y dile que le llamo en cuanto pueda.Hannah duda.—Hannah, por favor.Asiente y sale apresuradamente de la sala. Me vuelvo hacia las dos mujeres que tengo sentadas delante demí. Las dos me miran asombradas. Es incómodo.—¿Qué puedo hacer por vosotras? —les pregunto.Susi es la que habla.—Sé que esto es muy raro, pero yo quería conocerte también. La mujer que ha atrapado a Christ…Levanto la mano, haciendo que deje la frase a medias. No quiero oír eso.—Mmm… Ya veo lo que quieres decir —digo entre dientes.—Nosotras nos llamamos el «club de las sumisas». —Me sonríe y sus ojos brillan divertidos.Oh, Dios mío.Leila da un respingo y mira a Susi, perpleja y divertida a la vez. Susi hace una mueca de dolor. Sospechoque Leila le ha dado una patada por debajo de la mesa.¿Y qué se supone que debo decirles ante eso? Miro nerviosamente a Prescott, que sigue impasible. Susojos no se apartan de Leila.De repente Susi parece recordar por qué está allí. Se ruboriza, asiente y se levanta.

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