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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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pánico, y abro el cajón de un tirón para sacar el talonario de cheques. El arma de Leila aparece ante mis ojos.Siento una incongruente punzada de irritación porque Christian no ha guardado a buen recaudo esa arma. Nosabe nada de armas. Dios, podría llegar incluso a herirse.Tras un momento de duda, cojo la pistola, compruebo que está cargada y me la meto en la cintura de lospantalones de vestir negros. Puede que me haga falta. Trago saliva con dificultad. Solo he apuntado ablancos; nunca le he disparado a nadie. Espero que Ray me perdone. Centro mi atención en encontrar eltalonario de cheques correcto. Hay cinco, pero solo uno está a nombre de C. Grey y la señora A. Grey. Yosolo tengo unos cincuenta y cuatro mil dólares en mi cuenta. No tengo ni idea de cuánto dinero hay en esta.Pero Christian debe de tener más de cinco millones de dólares, seguro. Tal vez haya dinero en la caja fuerte…Vaya, no tengo ni idea de la combinación. ¿No dijo que estaba en su archivo? Intento abrirlo, pero estácerrado con llave. Mierda. Tendré que volver al plan A.Inspiro hondo y camino hacia el dormitorio, más serena y decidida. No han hecho la cama y durante unsegundo siento una punzada de dolor. Quizá debería haber dormido aquí anoche. ¿Qué sentido tiene discutircon alguien que admite que es <strong>Cincuenta</strong> Sombras? Ahora ni siquiera me habla. No… No tengo tiempo parapensar en eso.Rápidamente me quito los pantalones de vestir y me pongo unos vaqueros, una sudadera con capucha y unpar de zapatillas de deporte y me meto la pistola en la cintura de los vaqueros, en la parte de atrás. Saco delarmario una bolsa de viaje. ¿Cinco millones cabrán aquí? La bolsa del gimnasio de Christian está en el suelo.La abro, esperando encontrármela llena de ropa sucia, pero no. La ropa de deporte está toda limpia. La señoraJones se ocupa absolutamente de todo. Saco la ropa, la tiro al suelo, y meto su bolsa del gimnasio dentro de labolsa de viaje. Supongo que así será suficiente. Compruebo que llevo el carnet de conducir para que me sirvade identificación en el banco y miro la hora. Han pasado treinta y un minutos desde que Jack llamó. Ahoratengo que conseguir salir del Escala sin que Sawyer me vea.Me encamino lenta y silenciosamente al vestíbulo, consciente de la cámara de circuito cerrado que estádirigida al ascensor. Creo que Sawyer sigue en el despacho de Taylor. Abro con mucho cuidado la puerta delvestíbulo haciendo el menor ruido posible. La cierro igual de silenciosamente detrás de mí y me quedo de pieen el umbral, justo contra la puerta, fuera del campo de visión de la lente de la cámara de vigilancia. Saco elteléfono móvil de mi bolso y llamo a Sawyer.—¿Sí, señora Grey?—Sawyer, estoy en la habitación de arriba, ¿podrías echarme una mano con una cosa? —Hablo en vozbaja porque sé que está al final del pasillo que hay al otro lado de la puerta.—Ahora mismo estoy con usted, señora —dice y noto confusión en su voz. Nunca antes le he llamadopara pedirle ayuda. Tengo el corazón en la boca, latiéndome a un ritmo irregular y frenético. ¿Funcionará?Cuelgo y oigo sus pasos que cruzan el vestíbulo y suben la escalera. Inspiro hondo de nuevo para calmarme ycontemplo brevemente la ironía de tener que escapar de mi propia casa como una criminal.Cuando Sawyer llega al rellano del piso de arriba, yo corro hacia el ascensor y pulso el botón. Las puertasse abren con un pitido demasiado alto que anuncia que el ascensor está ahí. Corro adentro y pulsofrenéticamente el botón del garaje del sótano. Después de una pausa terriblemente larga, las puertas empiezana cerrarse. Mientras lo hacen oigo los gritos de Sawyer.

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