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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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a dar vueltas a su alrededor.La multitud ha vuelto a rodearnos, aunque sigue habiendo una zona de exclusión de algo más medio metroa nuestro alrededor.—¿Tú le has pegado? —me pregunta Christian aún de pie e inmóvil. Le cojo las manos, que tiene cerradasen puños.—Claro. Creía que eras tú, pero tenía demasiado pelo en las manos. Baila conmigo por favor.Mientras me mira, el fuego de sus ojos va cambiando lentamente para convertirse en otra cosa, en algo másoscuro, más excitante. De repente me coge de la muñeca y tira de mí hasta pegarme contra él, agarrándomelas manos detrás de la espalda.—¿Quieres bailar? Vamos a bailar —gruñe junto a mi oído y traza un círculo con las caderas contra micuerpo. Yo no puedo hacer otra cosa que seguirle. Sus manos agarran las mías justo sobre mi culo.Oh… Christian sabe moverse, moverse de verdad. Me mantiene cerca sin soltarme, pero sus manos se vanrelajando y por fin me suelta. Voy subiendo las manos por sus brazos hasta los hombros, sintiendo losmúsculos fuertes a través de su chaqueta. Me aprieta contra él y yo sigo sus movimientos cuando empieza abailar conmigo de forma lenta y sensual, al ritmo cadencioso de la música de la discoteca.Cuando me coge la mano y me hace girar, hacia un lado y después hacia otro, sé que por fin ha vueltoconmigo. Le sonrío y él me responde con otra sonrisa.Bailamos juntos. Es liberador… y divertido. Su furia ya está olvidada, o reprimida, y ahora se diviertehaciéndome girar en el pequeño espacio que tenemos en la pista de baile, sin soltarme en ningún momento ycon una habilidad consumada. Él hace que yo parezca grácil, es una de sus habilidades. Hace que me sientasexy, porque él lo es. Consigue que me sienta querida, porque a pesar de sus cincuenta <strong>sombras</strong>, tiene unpozo inagotable de amor que dar. Al verle ahora, pasándoselo bien, es fácil pensar que no tiene ningunapreocupación ni ningún problema en su vida… Sé que su amor a veces se ve empañado por sus problemas desobreprotección y de exceso de control, pero eso no hace que yo le quiera ni una pizca menos.Cuando la canción cambia para pasar a otra, ya estoy sin aliento.—¿Podemos sentarnos? —le digo jadeando.—Claro. —Él me saca de la pista de baile.—Ahora mismo estoy caliente y sudorosa —le susurro cuando volvemos a la mesa.Me atrae hacia sus brazos.—Me gustas caliente y sudorosa. Aunque prefiero ponerte así en privado —dice en un susurro y aparecebrevemente una sonrisa lasciva en los labios.Cuando me siento, ya es como si el incidente en la pista de baile nunca hubiera ocurrido. Me sorprendevagamente que no nos hayan echado. Lanzo un vistazo al resto del local. Nadie nos mira y no veo al giganterubio. Tal vez se haya ido o lo hayan echado. Kate y Elliot están siendo bastante indecentes en la pista debaile, Ethan y Mia se muestran más comedidos. Le doy otro sorbo al champán.—Bebe. —Christian me sirve otro vaso de agua y me mira fijamente con una expresión expectante quedice: «Bébetelo. Ahora».Hago lo que me dice. Pero porque tengo sed.Christian saca una botella de Peroni de la cubitera que hay en la mesa y le da un largo sorbo.

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