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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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Pues yo creo que estoy con Taylor en ese tema…Christian me abre la puerta del vestíbulo y salgo en dirección al coche. No me ha dejado ir sola en coche ala editorial desde que descubrió que lo de Charlie Tango había sido un sabotaje. Sawyer me sonríeamablemente mientras me sujeta la puerta y Christian sube al coche por el otro lado.—Por favor —le digo extendiendo el brazo y cogiéndole la mano.—¿Por favor, qué?—Aprende a disparar.Pone los ojos en blanco.—No. Fin de la discusión, Anastasia.Y de nuevo me convierto en la niña a la que regaña. Abro la boca para responderle algo cortante, perodecido que no quiero empezar el día de trabajo enfadada. Cruzo los brazos y miro a Taylor, que me observapor el retrovisor. Aparta la vista y se concentra en la carretera, pero niega con la cabeza con evidentefrustración. Veo que Christian también le saca de quicio a veces. La idea me hace sonreír y eso mejora mihumor.—¿Dónde está Leila? —le pregunto a Christian, que mira distraído por la ventanilla.—Ya te lo he dicho. En Connecticut con su familia —me dice mirándome.—¿Lo has comprobado? Después de todo, tiene el pelo largo. Podría ser ella la que conducía el Dodge.—Sí, lo he comprobado. Se ha inscrito en una escuela de arte en Hamden. Ha empezado esta semana.—¿Has hablado con ella? —le pregunto. Toda la sangre ha abandonado mi cara.Christian vuelve la cabeza para mirarme al notar el tono de mi voz.—No. Flynn es quien ha hablado con ella. —Estudia mi cara para saber qué estoy pensando.—Ah —digo aliviada.—¿Qué?—Nada.Christian suspira.—¿Qué te pasa, Ana?Me encojo de hombros porque no quiero admitir que tengo celos irracionales.—La tengo vigilada —continúa Christian— para estar seguro de que se queda en su parte del país. Estámejor, Ana. Flynn la ha derivado a un psiquiatra en New Haven y todos los informes son positivos. Siemprele ha interesado el arte, así que… —Se detiene y me observa. Y en ese momento me surge la sospecha de queél es quien paga ese curso de arte. ¿Quiero saberlo? ¿Debería preguntarle? No es que no pueda permitírselo,pero ¿por qué se siente obligado? Suspiro. El equipaje de Christian no se parece nada a mi Bradley Kent de laclase de biología y sus torpes intentos de darme un beso. Christian me coge la mano.—No te agobies por eso, Anastasia —murmura y yo le aprieto la mano para tranquilizarle. Sé que estáhaciendo lo que cree que es mejor.A media mañana tengo un descanso entre reuniones. Cuando cojo el teléfono para llamar a Kate, veo quetengo un correo de Christian.

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