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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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y Elliot, que está chillando como un mono enloquecido.—Si me disculpáis —dice dirigiéndose a nuestros cuatro invitados—. Tengo que hablar de algo con mimujer en privado.—¡Christian! —grito de nuevo—. ¡Bájame!—Todo a su tiempo, nena.Veo un segundo a Mia, Kate y Elliot riéndose. ¡Maldición! Esto no es divertido, es embarazoso. Ethan nosmira fijamente con la boca abierta y totalmente asombrado mientras desaparecemos por la puerta deldormitorio.Christian cierra la puerta detrás de él, me suelta y me baja pegada a su cuerpo lentamente de forma quepuedo sentir todos sus músculos y tendones. Me sonríe con esa sonrisa de adolescente, muy orgulloso de símismo.—Menudo espectáculo, señor Grey. —Cruzo los brazos y le miro con fingida indignación.—Ha sido divertido, señora Grey. —Su sonrisa se amplia. Oh, mi niño. Se le ve tan joven…—¿Y piensas seguir con esto? —le pregunto arqueando una ceja, no muy segura de cómo me hace sentireso; los otros nos van a oír, por todos los santos… De repente me siento tímida. Miro nerviosa la cama ysiento que me ruborizo al recordar nuestra noche de bodas. Hablamos tanto ayer e hicimos tantas cosas…Siento como si hubiera superado un obstáculo desconocido. Pero ese es precisamente el problema: que esdesconocido. Mis ojos encuentran la intensa pero divertida mirada de Christian y no soy capaz de mantener laexpresión seria. Su sonrisa es demasiado contagiosa.—Creo que sería muy maleducado dejar a los invitados esperando —me dice dulcemente acercándose amí. ¿Cuándo ha empezado a importarle lo que piense la gente? Doy un paso atrás y me encuentro con lapared del dormitorio. Me tiene aprisionada y el calor de su cuerpo me mantiene en el sitio. Se inclina y meacaricia la nariz con la suya.—¿Ha sido una sorpresa buena? —me pregunta con un punto de ansiedad en la voz.—Oh, Christian, ha sido fantástica. —Le subo las manos por el pecho, las entrelazo en su nuca y le doyotro beso.—¿Cuándo has organizado esto? —le pregunto separándome de él y acariciándole el pelo.—Anoche, cuando no podía dormir. Le escribí correos a Elliot y a Mia y aquí están.—Ha sido muy considerado por tu parte. Gracias. Seguro que nos lo vamos a pasar bien.—Eso espero. He pensado que sería más fácil evitar a la prensa en Aspen que en casa.¡Los paparazzi! Claro, tiene razón. Si nos hubiéramos quedado en el Escala, tendríamos que estarencerrados. Un estremecimiento me recorre la espalda al recordar los disparos de las cámaras y los fogonazosde los flashes de los fotógrafos que Taylor ha conseguido esquivar esta mañana.—Vamos. Será mejor que nos sentemos. Stephan va a despegar dentro de poco. —Me tiende la mano y losdos volvemos a la cabina.Elliot nos vitorea al entrar.—Eso sí que es un servicio aéreo rápido —bromea.Christian le ignora.—Señoras y caballeros, por favor, ocupen sus asientos porque en breves momentos vamos a comenzar la

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