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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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15Tengo demasiado calor. Es el calor que desprende Christian. Tiene la cabeza sobre mi hombro y respirasuavemente contra mi cuello mientras duerme. Sus piernas están enredadas con las mías y con el brazo merodea la cintura. Permanezco un rato en el límite de la consciencia, sabiendo que si me despierto del todotambién le despertaré a él, y Christian no duerme lo suficiente. Mi mente repasa perezosamente todo lo quepasó ayer por la noche. Bebí demasiado… mucho más que demasiado. Estoy asombrada de que Christian medejara beber tanto. Sonrío al recordar cómo me preparó para meterme en la cama. Fue algo dulce, muy dulce,e inesperado. Hago un rápido inventario mental de cómo me siento. ¿Estómago? Bien. ¿Cabeza?Sorprendentemente bien, pero un poco atontada. Todavía tengo la palma de la mano roja por la bofetada deanoche. Vaya… Distraídamente, pienso en las palmas de Christian las veces que me ha azotado. Me remuevoy él se despierta.—¿Qué ocurre? —Sus adormilados ojos grises examinan los míos.—Nada. Buenos días. —Le paso los dedos de mi mano sana por el pelo.—Señora Grey, está usted preciosa esta mañana —me dice y me da un beso en la mejilla. Una luz seenciende en mi interior.—Gracias por ocuparte de mí anoche.—Me gusta ocuparme de ti. Eso es lo que quiero hacer siempre —susurra con aparente tranquilidad, perosus ojos le traicionan cuando una chispa de triunfo se enciende en sus profundidades grises. Es como sihubiera ganado algún campeonato mundial.Oh, mi <strong>Cincuenta</strong>…—Me hiciste sentir muy querida.—Eso es porque es lo que siento por ti —murmura y el corazón se me encoge un poco.Me coge la mano y yo hago una mueca de dolor. Me la suelta inmediatamente, alarmado.—¿El puñetazo? —me pregunta. Sus ojos se convierten en hielo mientras me observa y su voz está llenade una furia repentina.—Le di una bofetada, no un puñetazo.—¡Gilipollas! —Creía que ya habíamos superado eso anoche—. No puedo soportar que te haya tocado.—No me hizo daño, solo se comportó de forma inapropiada. Christian, estoy bien. Tengo la mano un pocoroja, eso es todo. Pero seguro que sabes cómo es eso… —Le sonrío pícara y su expresión cambia a una desorpresa divertida.—Oh, señora Grey, esa sensación me resulta muy familiar. —Curva los labios en una sonrisa—. Y puedovolver a experimentar esa sensación ahora mismo, si usted quiere.—No, gracias, guarde esa mano tan larga, señor Grey.Le acaricio la cara con la mano enrojecida y paso lentamente los dedos sobre una de sus patillas. Le tiro delos pelillos. Eso le distrae y me coge la mano para darme un suave beso en la palma. Milagrosamente el dolor

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