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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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dirigirse hacia el dormitorio. Oh… Christian descalzo… ¿Por qué sus pies son tan sexis? Aparece unosminutos después detrás de mí, inclinándose y cogiéndome por sorpresa—. Creo que esto no nos va a hacerfalta. —Agarra mi camiseta y me la quita, dejándome completamente desnuda excepto por las bragas. Tira demi coleta hacia atrás y me da un beso—. Levántate —me ordena junto a mis labios, y después me suelta. Yoobedezco inmediatamente. Él extiende una toalla sobre el sofá.¿Una toalla?—Quítate las bragas.Trago saliva pero hago lo que me pide y dejo las bragas junto al sofá.—Siéntate. —Vuelve a cogerme la coleta y a echarme atrás la cabeza—. Dime que pare si es demasiado,¿vale?Asiento.—Responde —me ordena con voz dura.—Sí —digo.Él sonríe burlón.—Bien. Así que, señora Grey… como me ha pedido, la voy a atar. —Su voz baja hasta convertirse en unsusurro jadeante. El deseo recorre mi cuerpo como un relámpago solo con oír esas palabras. Oh, mi dulce<strong>Cincuenta</strong>… ¿en el sofá?—. Sube las rodillas —me pide— y reclínate en el respaldo.Apoyo los pies en el borde del sofá y pongo las rodillas delante de mí. Él me coge la pierna izquierda y meata el cinturón de uno de los albornoces por encima de la rodilla.—¿El cinturón del albornoz?—Estoy improvisando. —Vuelve a sonreír, aprieta el nudo corredizo sobre mi rodilla y ata el otro extremodel cinturón al remate decorativo que hay en una de las esquinas del sofá; una forma muy eficaz demantenerme las piernas abiertas—. No te muevas —me advierte, y repite el proceso con la pierna derecha,atando el otro cinturón al otro remate.Oh, Dios mío… Estoy despatarrada en el sofá.—¿Bien? —me pregunta Christian con voz suave, mirándome desde detrás del sofá.Asiento, esperando que me ate las manos también. Pero no lo hace. Se inclina y me da un beso.—No tienes ni idea de cómo me pones ahora mismo —murmura y frota su nariz contra la mía—. Creo quevoy a cambiar la música. —Se levanta y se acerca despreocupadamente al iPod.¿Cómo lo hace? Aquí estoy, abierta de piernas y muy excitada, y él tan fresco y tan tranquilo. Christianestá dentro de mi campo de visión y veo cómo se mueven los músculos de su espalda bajo la camisetamientras cambia la canción. Inmediatamente una voz dulce y casi infantil empieza a cantar algo sobre que laobserven.Oh, me gusta esta canción.Christian se gira y sus ojos se clavan en los míos mientras rodea el sofá y se pone de rodillas delante de mí.De repente me siento muy expuesta.—¿Expuesta? ¿Vulnerable? —me pregunta con su asombrosa capacidad para verbalizar las palabras queno he llegado a decir. Tiene las manos apoyadas sobre sus rodillas. Asiento.¿Por qué no me toca?

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