10.07.2015 Views

tercer libro Cincuenta sombras liberadas

tercer libro Cincuenta sombras liberadas

tercer libro Cincuenta sombras liberadas

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

salgo corriendo para volver con Christian, con la mente trabajando a mil por hora: Taylor y la señora Jones…El revólver…En la entrada del salón me topo con Taylor.—Perdón, señora Grey. —Se sonroja al ver lo que llevo puesto.—Oh, Taylor, hola… Le voy a cortar el pelo a Christian —le digo avergonzada.Taylor está pasando tanta vergüenza como yo. Abre la boca para decir algo, pero vuelve a cerrarla y seaparta.—Después de usted, señora —dice formalmente.Creo que estoy del color de mi antiguo Audi, el que Christian les compraba a todas sus sumisas. Estasituación no podría ser más embarazosa…—Gracias —murmuro y me apresuro por el pasillo. Mierda. ¿No me voy a acostumbrar nunca al hecho deque no estamos solos? Corro al baño.—¿Qué pasa? —Christian está de pie delante del espejo con mis zapatos en la mano. Toda la ropa queestaba tirada en el suelo ahora está colocada ordenadamente al lado del lavabo.—Me acabo de encontrar con Taylor.—Oh. —Christian frunce el ceño—. ¿Así vestida?Oh, mierda.—No ha sido culpa de Taylor.El ceño de Christian se hace más profundo.—No, pero aun así…—Estoy vestida.—Muy poco vestida.—No sé a quién le ha dado más vergüenza, si a él o a mí. —Intento la técnica de la distracción—. ¿Túsabías que él y Gail están… bueno… juntos?Christian ríe.—Sí, claro que lo sabía.—¿Y por qué no me lo has dicho nunca?—Pensé que tú también lo sabías.—Pues no.—Ana, son adultos. Viven bajo el mismo techo. Ninguno tiene compromiso y los dos son atractivos.Me ruborizo y me siento tonta por no haberlo notado.—Bueno, dicho así… Yo creía que Gail era mayor que Taylor.—Lo es, pero no mucho. —Me mira perplejo—. A algunos hombres les gustan las mujeres mayores… —Se calla de repente y se le abren mucho los ojos.Le miro con el ceño fruncido.—Ya… —le respondo molesta.Christian parece arrepentido y me sonríe tiernamente. ¡Sí! ¡Mi técnica de distracción ha funcionado! Misubconsciente pone los ojos en blanco: Sí, pero ¿a qué precio? Ahora vuelve a cernirse sobre mí el fantasmade la innombrable señora Robinson.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!