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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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joder. —Su tono es amargo y ahora ha llegado mi turno de ponerme pálida—. No quiero discutir esto ahora,en la ducha. Todavía estoy muy furioso contigo, Anastasia. Me estás haciendo cuestionarme mi juicio. —Segira y sale de la ducha, cogiendo una toalla al pasar y saliendo después del baño, dejándome allí sola y heladabajo el agua caliente.Mierda. Mierda. Mierda.Entonces el significado de todo lo que ha dicho empieza a abrirse camino en mi mente. ¿Secuestro? Joder.¿Jack quería secuestrarme? Recuerdo la cinta americana de su bolsillo y que no quise darle vueltas a por quéla llevaba. ¿Christian tiene más información? Me enjabono rápidamente el cuerpo y después me lavo el pelo.Quiero saberlo. Necesito saberlo. No le voy a dejar que siga ocultándome cosas.Christian no está en el dormitorio cuando salgo. Oh, sí que se ha vestido rápido… Hago lo mismo: mepongo mi vestido favorito color ciruela y las sandalias negras. Soy vagamente consciente de que me he puestoesta ropa porque a Christian le gusta. Me seco el pelo con energía con la toalla, me lo trenzo y lo recojo en unmoño. Me pongo unos pendientes con un diamante pequeño en las orejas y voy corriendo al baño para darmeun poco de rimel y mirarme en el espejo. Estoy pálida. Siempre estoy pálida. Inspiro hondo paratranquilizarme. Necesito enfrentar las consecuencias de mi decisión precipitada de querer seguir pasándomelobien con una amiga. Suspiro y sé que Christian no lo va a ver así.Tampoco hay ni rastro de Christian en el salón. La señora Jones está ocupada en la cocina.—Buenos días, Ana —me dice dulcemente.—Buenos días —respondo con una amplia sonrisa. ¡Por fin vuelvo a ser Ana!—¿Té?—Por favor.—¿Algo de comer?—Sí. Esta mañana me apetece una tortilla, por favor.—¿Con champiñones y espinacas?—Y queso.—Ahora mismo.—¿Dónde está Christian?—El señor Grey está en su estudio.—¿Ha desayunado? —Miro los dos platos que hay sobre la barra del desayuno.—No, señora.—Gracias.Christian está al teléfono vestido con una camisa blanca sin corbata y vuelve a parecer el confiadopresidente de la empresa. Cómo pueden engañar las apariencias. Me mira cuando me asomo al umbral peroniega con la cabeza para dejarme claro que no soy bienvenida. Mierda… Me giro y vuelvo desanimada asentarme en la barra del desayuno. Entra Taylor vestido con un traje oscuro y con el aspecto de haberdormido ocho horas sin interrupciones.—Buenos días, Taylor —le saludo intentando averiguar de qué humor está. A ver si me da alguna pistavisual de lo que está ocurriendo.—Buenos días, señora Grey —me responde y oigo cierta compasión en esas cuatro palabras. Le sonrió

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