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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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Recuerdo las sabias palabras de mi madre el día de mi boda: «Ana, cariño, tienes que elegir bien lasbatallas que vas a librar. Te pasará lo mismo con tus hijos cuando los tengas». Bueno, al menos me deja ir altrabajo.—Está bien —murmuro. Como no quiero dejarle así, con tantas cosas sin resolver y tanta tensión entrenosotros, doy un paso vacilante para acercarme a él. Él se tensa y abre mucho los ojos y durante un segundoparece tan vulnerable que me conmueve desde el fondo del corazón. Oh, Christian, lo siento. Le doy un besocasto en la comisura de la boca. Él cierra los ojos como si saboreara mi contacto.—No me odies —le digo en un susurro.Me coge la mano.—No te odio.—No me has devuelto el beso…Sus ojos me miran suspicaces.—Lo sé —murmura.Estoy a punto de preguntarle por qué, pero no estoy segura de querer saber la respuesta. De repente sepone de pie y me coge la cara con las manos. Un momento después sus labios aprietan con fuerza los míos.Abro la boca por la sorpresa y eso le da acceso a su lengua. Él aprovecha la oportunidad e invade mi boca,poseyéndome. Justo cuando empiezo a responderle, él me suelta con la respiración acelerada.—Taylor y Prescott te llevarán a la editorial —dice con los ojos ardientes por la necesidad—. ¡Taylor! —lellama a gritos. Me sonrojo e intento recuperar un poco la compostura.—¿Señor? —Taylor está de pie en el umbral.—Dile a Prescott que la señora Grey va a ir a trabajar. ¿Podéis llevarla, por favor?—Claro, señor. —Taylor desaparece.—Por favor, intenta mantenerte al margen de cualquier problema hoy. Te lo agradecería mucho —me pideChristian.—Haré lo que pueda —le respondo sonriendo dulcemente. Una media sonrisa aparece reticente en loslabios de Christian, pero la frena en cuanto se da cuenta.—Hasta luego —me dice un poco frío.—Hasta luego —le respondo en un susurro.Prescott y yo cogemos el ascensor de servicio hasta el garaje del sótano para evitar a los medios decomunicación que hay fuera. El arresto de Jack y el hecho de que lo atraparon en nuestro piso ya es algo deldominio público. Cuando me siento en el Audi me pregunto si habrá paparazzi esperando en la puerta deSeattle Independent Publishing como el día que anunciamos el compromiso.Vamos en el coche en silencio hasta que recuerdo que tengo que llamar a Ray y después a mamá para quesepan que Christian y yo estamos bien y se queden tranquilos. Por suerte las dos llamadas son cortas y acabojusto antes de que aparquemos delante de la editorial. Como me temía, hay una pequeña multitud dereporteros y fotógrafos esperando. Todos se giran a la vez y miran el Audi expectantes.—¿Está segura de que quiere hacer esto, señora Grey? —me pregunta Taylor. Una parte de mí quierevolver a casa, pero eso significa pasar el día con el señor Hecho una Furia. Espero que el tiempo le dé unpoco de perspectiva. Jack está bajo custodia policial, así que mi <strong>Cincuenta</strong> debería estar contento, pero no lo

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