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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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Se pasa una mano por el pelo sin dejar de mirarla.—Christian, por favor —le suplico—. Leila solo quería darte las gracias. Eso es todo.Él me ignora y centra toda su ira en Leila.—¿Te quedaste en casa de Susannah cuando estuviste enferma?—Sí.—¿Sabía ella lo que estabas haciendo mientras estabas en su casa?—No. Estaba fuera, de vacaciones.Christian se acaricia el labio inferior con el dedo índice.—¿Por qué necesitabas verme? Ya sabes que debes enviarme cualquier petición a través de Flynn.¿Necesitas algo? —Su tono se ha suavizado un poco.Leila vuelve a pasar el dedo por el borde de la mesa.¡Deja de intimidarla, Christian!—Tenía que saberlo. —Y entonces le mira directamente por primera vez.—¿Tenías que saber qué? —le pregunta.—Que estabas bien.Él la mira con la boca abierta.—¿Que yo estoy bien? —La observa con el ceño fruncido, incrédulo.—Sí.—Estoy bien. Ya está, pregunta contestada. Ahora te van a llevar al aeropuerto para que vuelvas a la costaEste. Si das un paso más allá del Mississippi te lo quitaré todo, ¿entendido?¡Por el amor de Dios, Christian! Me quedo pasmada. Pero ¿qué demonios le está pasando? No puedeobligarla a quedarse a un lado del país.—Sí. Lo entiendo —dice Leila en voz baja.—Bien. —El tono de Christian ahora es más conciliador.—Puede que a Leila no le venga bien irse ahora. Tenía planes —protesto, furiosa por ella.Christian me mira fijamente.—Anastasia… —me advierte con la voz gélida—, esto no es asunto tuyo.Le miro con el ceño fruncido. Claro que es asunto mío, está en mi oficina después de todo. Tiene quehaber algo más que yo no sé. No está siendo racional.<strong>Cincuenta</strong> Sombras…, me susurra mi subconsciente.—Leila ha venido a verme a mí, no a ti —le respondo en un susurro altanero.Leila se gira hacia mí con los ojos abiertos hasta un punto imposible.—Tenía instrucciones, señora Grey. Y las he desobedecido. —Mira nerviosamente a mi marido y despuésa mí—. Este es el Christian Grey que yo conozco —dice en un tono triste y nostálgico. Christian la observacon el ceño fruncido y yo me quedo sin aire en los pulmones. No puedo respirar. ¿Christian era así con ellatodo el tiempo? ¿Era así conmigo al principio? Me cuesta recordarlo. Con una sonrisa triste, Leila se levanta.—Me gustaría quedarme hasta mañana. Tengo el vuelo de vuelta a mediodía —le dice en voz baja aChristian.—Haré que alguien vaya a recogerte a las diez para llevarte al aeropuerto.

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