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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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Es incómodo.Al oír sus palabras crecen las espirales de mi interior y todos los músculos que tengo por debajo de lacintura se tensan una vez más.—Fóllame entonces. —Le beso la comisura de la boca. Le deseo. Ahora. Esa persecución en el coche hasido excitante. Demasiado excitante. Aterradora. Y el miedo ha desencadenado mi libido. Se echa un pocoatrás para mirarme con los ojos oscuros y entrecerrados.—¿Aquí? —me pregunta con la voz ronca.Se me seca la boca. ¿Cómo puede excitarme así solo con una palabra?—Sí. Te deseo. Ahora.Ladea la cabeza y me mira durante unos segundos.—Señora Grey, es usted una descarada —me susurra después de lo que a mí me ha parecido una eternidad.Me agarra la nuca con la mano que tiene enredada en mi pelo para mantenerme quieta y su boca cubre lamía una vez más, esta vez con más fuerza. Con la otra mano me acaricia el cuerpo hasta llegar al culo y siguebajando hasta medio muslo. Cierro los dedos entre su pelo demasiado largo.—Cómo me alegro de que lleves falda —dice mientras mete la mano por debajo de mi falda estampadaazul y blanca para acariciarme el muslo.Me revuelvo una vez más en su regazo y él suelta el aire bruscamente con los dientes apretados.—Quieta —gruñe. Me cubre el sexo con la mano y me quedo quieta inmediatamente. Me roza el clítoriscon el pulgar y me quedo sin aliento cuando siento sacudidas de placer como descargas eléctricas en miinterior, muy, muy adentro—. Quieta —vuelve a susurrar y me besa otra vez mientras su pulgar empieza atrazar círculos por encima del fino encaje de mi ropa interior de diseñador. Lentamente mete dos dedos pordebajo de mis bragas y los introduce en mi interior. Gimo y muevo las caderas para acercarlas a su mano.—Por favor… —le suplico.—Oh, ya estás preparada —dice metiendo y sacando los dedos despacio—. ¿Te ha excitado la persecuciónen el coche?—Me excitas tú.Me sonríe con una sonrisa traviesa y retira los dedos de repente, dejándome con las ganas. Coloca el brazopor debajo de mis rodillas y, cogiéndome por sorpresa, me levanta en el aire y me gira de forma que quedomirando al parabrisas.—Pon una pierna a cada lado de las mías —me ordena juntando sus piernas.Obedezco y pongo los pies en el suelo, uno a cada lado de los suyos. Baja las manos por mis muslos yluego las vuelve a subir, arrastrando con ellas la falda.—Pon las manos en mis rodillas, nena, e inclínate hacia delante. Levanta ese bonito culo que tienes.Cuidado con la cabeza.¡Mierda! De verdad lo vamos a hacer en un aparcamiento público. Echo un vistazo delante de nosotros yno veo a nadie, pero siento que me recorre un escalofrío. ¡En un aparcamiento público! ¡Esto es muyexcitante! Christian se mueve debajo de mí y oigo el inconfundible sonido de la cremallera de su bragueta.Me rodea la cintura con un brazo y con la otra mano me aparta a un lado la bragas. Después me penetra conun solo movimiento rápido.

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