10.07.2015 Views

tercer libro Cincuenta sombras liberadas

tercer libro Cincuenta sombras liberadas

tercer libro Cincuenta sombras liberadas

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

tímidamente.—Yo he aprendido que tiene usted un buen brazo y mejor puntería, señora Grey. Si no lo veo no me locreo. Te subestimo constantemente y tú siempre me sorprendes.Levanto una ceja.—Eso es por las prácticas de lanzamientos con Ray. Sé lanzar y disparar directa a la diana, señor Grey.Más vale que lo tenga en cuenta.—Intentaré no olvidarlo, señora Grey, o me ocuparé de que todos los objetos susceptibles de convertirse enproyectiles estén clavados y de que no tenga acceso a ningún arma.Sonríe.Yo le respondo también con una sonrisa y entorno los ojos.—Soy una chica con recursos.—Cierto —susurra y me suelta la mano para abrazarme. Me atrae hacia él y hunde la nariz en mi pelo. Yotambién le rodeo con mis brazos, abrazándole fuerte, y siento que la tensión abandona su cuerpo mientras meacaricia—. ¿Me has perdonado?—¿Y tú a mí?Siento su sonrisa.—Sí —responde.—Ídem.Nos quedamos de pie abrazados y mi resentimiento queda atrás. Huele muy bien, adolescente o no. ¿Cómome voy a resistir?—¿Tienes hambre? —me pregunta un momento después. Tengo los ojos cerrados y la cabeza apoyada ensu pecho.—Sí. Estoy muerta de hambre. Toda esa… eh… actividad me ha abierto el apetito. Pero no voy vestidapara cenar. —Seguro que en el comedor me miran raro si aparezco con pantalón de chándal y camisola.—A mí me parece que vas bien, Anastasia. Además, el barco es nuestro toda la semana. Podemosvestirnos como nos dé la gana. Digamos que hoy es el martes informal en la Costa Azul. De todas formas, hepensado que podíamos cenar en cubierta.—Sí, me apetece.Me da un beso, un beso que dice «perdóname» con absoluta sinceridad, y después los dos caminamos de lamano hasta la proa, donde nos espera un gazpacho.El camarero nos sirve la crème brûlée y se retira discretamente.—¿Por qué siempre me trenzas el pelo? —le pregunto a Christian por curiosidad. Estamos sentados el unojunto al otro en la mesa y tengo la pantorrilla enroscada con la suya. Estaba a punto de coger la cucharilla,pero se detiene un momento y frunce el ceño.—Porque no quiero que se te quede enganchado el pelo en nada —me dice en voz baja y se queda perdidoen sus pensamientos un instante—. Es una costumbre, supongo —añade como pensando en voz alta. Derepente su ceño se hace más profundo, abre mucho los ojos y las pupilas se le dilatan por una súbitainquietud.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!