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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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¡Ray! Doy un respingo. Estará esperando que vaya a visitarle esta noche. Tal vez solo tenga que darle eldinero a Jack; él puede salir huyendo mientras yo me llevo a Mia a casa. ¡Oh, por favor, esto es tan absurdo!Mi BlackBerry cobra vida y el sonido de «Your Love Is King» llena la habitación. ¡Oh, no! ¿Qué quiereChristian? ¿Hundir más el cuchillo en mi herida?«¿Por qué siempre es el dinero?»Oh, Christian… ¿Cómo has podido pensar eso? La ira hace que me hierva la sangre. Sí, ira. Me ayudasentirla. Dejo que salte el contestador. Ya trataré con mi marido después.Llaman a la puerta.—Señora Grey —Es Whelan—. El dinero está listo.—Gracias. —Me levanto y la habitación gira de repente. Tengo que agarrarme a la silla.—Señora Grey, ¿está bien?Asiento y le dedico una mirada que dice «apártese, señor». Inspiro hondo de nuevo para calmarme. Tengoque hacer esto. Tengo que hacer esto. Tengo que salvar a Mia. Tiro del dobladillo de mi sudadera paraasegurarme de mantener oculta la culata de la pistola que llevo en la parte de atrás de los vaqueros.El señor Whelan frunce el ceño pero me sostiene la puerta. Yo consigo que mis extremidades temblorosasme obedezcan y empiecen a andar.Sawyer está esperando en la entrada, examinando la zona pública. ¡Mierda! Nuestras miradas seencuentran y él frunce el ceño, evaluando mi reacción. Oh, está furioso. Levanto el dedo índice en un gestoque dice «ahora estoy contigo». Él asiente y responde una llamada de su móvil. ¡Mierda! Seguro que esChristian. Me giro bruscamente, a punto de chocar con Whelan que está justo detrás de mí, y vuelvo a entraren el despacho.—¿Señora Grey? —Whelan suena confuso, pero me sigue dentro de nuevo.Sawyer podría estropear todo el plan. Miro a Whelan.—Ahí fuera hay alguien a quien no quiero ver. Alguien que me está siguiendo.Whelan abre unos ojos como platos.—¿Quiere que llame a la policía?—No. —Por Dios, no. ¿Qué voy a hacer? Miro el reloj. Son casi las tres y cuarto. Jack llamará encualquier momento. ¡Piensa, Ana, piensa! Whelan me mira, cada vez más desesperado y perplejo. Debe decreer que estoy loca. Es que estás loca, me dice mi subconsciente.—Tengo que hacer una llamada. ¿Podría dejarme sola, por favor?—Claro —responde Whelan. Creo que agradece poder salir del despacho. Cuando cierra la puerta, llamoal móvil de Mia con dedos temblorosos.—Qué bien, me llaman para pagarme lo que me merezco… —responde Jack, burlón.No tengo tiempo para escuchar sus chorradas.—Tengo un problema.—Lo sé. Tu guardia de seguridad te ha seguido hasta el banco.¿Qué? ¿Cómo demonios lo sabe?—Tienes que despistarle. Hay un coche esperando en la parte de atrás del banco. Un todoterreno negro, unDodge. Te doy tres minutos para llegar hasta él.

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