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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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—¿No vas a contestar? —me pregunta Ray.—No. No sé quién es. Que deje el mensaje en el contestador. Te he traído algo para leer —le digoseñalando una pila de revistas de deportes que hay en la mesilla.—Gracias Annie.—Estás cansado, ¿verdad?Asiente.—Me voy para que puedas dormir. —Le doy un beso en la frente—. Hasta luego, papi. —susurro.—Hasta luego, cariño. Y gracias. —Ray me coge la mano y me aprieta con suavidad—. Me gusta que mellames «papi». Me trae recuerdos…Oh, papi… Yo también le aprieto la mano.Cuando salgo por la puerta principal en dirección al todoterreno donde me espera Sawyer, oigo que alguienme llama.—¡Señora Grey! ¡Señora Grey!Me vuelvo y veo a la doctora Greene que viene corriendo hacia mí con su habitual apariencia inmaculada,aunque un poco agitada.—Señora Grey, ¿cómo está? ¿Ha recibido mi mensaje? La he llamado antes.—No. —Se me eriza el vello.—Bueno, me preguntaba por qué ha cancelado ya cuatro citas.¿Cuatro citas? Me quedo mirándola con la boca abierta. ¿Ya me he saltado cuatro citas? ¿Cómo?—Tal vez sería mejor que habláramos de esto en mi despacho. Salía a comer… ¿Tiene tiempo ahora?Asiento mansamente.—Claro. Yo… —Me quedo sin palabras. ¿He perdido cuatro citas? Llego tarde para mi próximainyección. Mierda.Un poco aturdida, la sigo por el hospital hasta su despacho. ¿Cómo he podido perder cuatro citas?Recuerdo vagamente que hubo que cambiar una, Hannah me lo dijo, pero ¿cuatro? ¿Cómo he podido perdercuatro?El despacho de la doctora Greene es espacioso, minimalista y está muy bien decorado.—Me alegro de que me haya encontrado antes de que me fuera —murmuro, todavía un poco impresionada—. Mi padre ha tenido un accidente de coche y acabamos de traerle desde Portland.—Oh, lo siento mucho. ¿Qué tal está?—Está bien, gracias. Mejorando.—Eso es bueno. Y explica por qué canceló la cita del viernes.La doctora Greene desplaza el ratón sobre su escritorio y su ordenador vuelve a la vida.—Sí… Ya han pasado más de trece semanas. Está muy cerca del límite. Será mejor que le haga una pruebaantes de darle la siguiente inyección.—¿Una prueba? —susurro mientras toda la sangre abandona mi cabeza.—Una prueba de embarazo.Oh, no.

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