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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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Niego con la cabeza.—Voy a recoger a la señorita Grey y al señor Kavanagh —dice Taylor.Christian asiente y se dirige a la puerta principal llevándome de la mano. Me matan los pies, así que voydetrás de él trastabillando. En la puerta principal él se agacha, me coge el tobillo y suavemente me quitaprimero un zapato y después el otro. Oh, qué alivio. Vuelve a erguirse y me mira con mis Manolos en lamano.—¿Mejor? —me pregunta divertido.Asiento.—He estado viendo en mi mente imágenes deliciosas de estos zapatos junto a mis orejas —murmuramirando nostálgicamente los zapatos. Niega con la cabeza y vuelve a cogerme la mano para guiarme por lacasa a oscuras y después por las escaleras hasta nuestro dormitorio.—Estás muerta de cansancio, ¿verdad? —me dice en voz baja mirándome fijamente.Asiento. Él empieza a desabrocharme el cinturón del trench.—Ya lo hago yo —murmuro haciendo un intento poco entusiasta de apartarle.—No, déjame.Suspiro. No me había dado cuenta de que estaba tan cansada.—Es la altitud. No estás acostumbrada. Y el alcohol, claro. —Sonríe, me quita la chaqueta y la tira sobreuna de las sillas del dormitorio.Me coge la mano y me lleva al baño. ¿Por qué vamos ahí?—Siéntate —me dice.Me siento en la silla y cierro los ojos. Le oigo rebuscar entre los botes del lavabo. Estoy demasiado cansadapara abrir los ojos y ver qué está haciendo. Un momento después me echa la cabeza hacia atrás y yo abro losojos sorprendida.—Cierra los ojos —me ordena Christian. Madre mía, tiene en la mano una bolita de algodón… Me la pasasuavemente sobre el ojo derecho. Yo permanezco sin moverme mientras me va quitando metódicamente elmaquillaje.—Ah… Ahí está la mujer con la que me casé —dice después de unas cuantas pasadas del algodón.—¿No te gusta el maquillaje?—No me importa, pero prefiero lo que hay debajo. —Me da un beso en la frente—. Tómate esto. —Mepone unas pastillas de ibuprofeno en la palma y me acerca un vaso de agua.Miro las pastillas y hago un mohín.—Tómatelas —me ordena.Pongo los ojos en blanco pero hago lo que me dice.—Bien. ¿Necesitas que te deje un momento en privado? —me pregunta sardónicamente.Río entre dientes.—Qué remilgado, señor Grey. Sí, tengo que hacer pis.Ríe.—¿Y esperas que me vaya?Suelto una risita.

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