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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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14Ahora todo el mundo en el restaurante está concentrado en Kate y Elliot, esperando y conteniendo larespiración. Esta espera es insoportable. El silencio se está extendiendo demasiado, como una gomaelástica ya demasiado tensa.Kate se queda mirando a Elliot como si no entendiera lo que está pasando mientras él no aparta la vista conlos ojos muy abiertos por la necesidad e incluso por el miedo. ¡Por Dios, Kate, deja ya de hacerle sufrir, porfavor! La verdad es que podría habérselo pedido en privado…Una sola lágrima empieza a caerle por la mejilla, aunque sigue mirándole sin decir nada. ¡Oh, mierda!¿Kate llorando? Después sonríe, una sonrisa lenta de incredulidad, como si acabara de alcanzar el Nirvana.—Sí —le susurra en una aceptación dulce y casi sin aliento, nada propia de Kate. Se produce una pausa deun nanosegundo cuando todo el restaurante suelta un suspiro colectivo de alivio y después llega el ruidoensordecedor. Un aplauso espontáneo, vítores, silbidos y aullidos, y de repente siento que me caen lágrimaspor la cara y se me corre todo el maquillaje de Barbie gótica que llevo.Ajenos a la conmoción que se está produciendo a su alrededor, los dos están encerrados en su propiomundo. Elliot saca del bolsillo una cajita, la abre y se la enseña a Kate. Un anillo. Por lo que veo desde aquí,es un anillo exquisito, pero tengo que verlo más de cerca. ¿Es eso lo que estaba haciendo con Gia? ¿Escogerun anillo? ¡Mierda! Cómo me alegro de no habérselo dicho a Kate.Kate mira la sortija y después a Elliot y por fin le rodea el cuello con los brazos. Se besan de una formamuy discreta para sus estándares y todos en el restaurante se vuelven locos. Elliot se levanta y agradece losvítores con una reverencia sorprendentemente grácil y después, con una enorme sonrisa de satisfacción,vuelve a sentarse. No puedo apartar los ojos de ellos. Elliot saca con cuidado el anillo de la caja, se lo pone aKate en el dedo y vuelven a besarse.Christian me aprieta la mano. No me he dado cuenta de que se la estaba agarrando tan fuerte. Le suelto, unpoco avergonzada, y él sacude la mano con una expresión de dolor fingido.—Lo siento. ¿Tú lo sabías? —le pregunto en un susurro.Christian sonríe y está claro que sí. Llama al camarero.—Dos botellas de Cristal, por favor. Del 2002, si es posible.Le miro con una sonrisa burlona.—¿Qué?—El del 2002 es mucho mejor que el del 2003, claro —bromeo.Él ríe.—Para un paladar exigente, por supuesto, Anastasia.—Y usted tiene uno de los más exigentes, señor Grey, y unos gustos muy peculiares. —Le sonrío.—Cierto, señora Grey. —Se acerca—. Pero lo que mejor sabe de todo eres tú —me susurra y me da unbeso en un punto detrás de la oreja que hace que un estremecimiento me recorra toda la espalda. Me ruborizo

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