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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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¡Una risita! Frunzo el ceño y le rodeo la cintura con el brazo porque apenas se mantiene en pie. No creoque pueda andar. ¿Dónde habrá estado? ¿Cómo ha podido volver a casa?—Deja que te lleve a la cama. Apóyate en mí.—Eres preciosa, Ana. —Se apoya en mí y me huele el pelo. Casi nos caemos al suelo los dos.—Christian, camina. Voy a llevarte a la cama.—Está bien —dice, e intenta concentrarse.Avanzamos a trompicones por el pasillo y por fin logramos llegar al dormitorio.—La cama… —dice sonriendo.—Sí, la cama. —Consigo llevarle justo hasta el borde, pero él no me suelta.—Ven conmigo a la cama —me dice.—Christian, creo que necesitas dormir.—Y así empieza todo. Ya he oído hablar de esto.Frunzo el ceño.—¿Hablar de qué?—Los bebés significan que se acabó el sexo.—Estoy segura de que eso no es verdad. Si no, todos seríamos hijos únicos.Él me mira.—Qué graciosa.—Y tú qué borracho.—Sí. —Sonríe, pero su sonrisa cambia cuando lo piensa y una expresión angustiada le cruza la cara, algoque hace que se me hiele la sangre.—Vamos, Christian —le digo con suavidad. Odio esa expresión. Habla de recuerdos horribles ydesagradables, algo que ningún niño debería haber tenido que presenciar—. A la cama. —Le empujo concuidado y él se deploma sobre el colchón, despatarrado y sonriéndome. La expresión de angustia hadesaparecido.—Ven conmigo —dice arrastrando las palabras.—Vamos a desnudarte primero.Esboza una amplia sonrisa, una sonrisa de borracho.—Ahora estamos hablando el mismo idioma.Madre mía. El Christian borracho es divertido y juguetón. Y lo prefiero mil veces al Christian furioso.—Siéntate. Deja que te quite la chaqueta.—La habitación gira…Mierda… ¿Va a vomitar?—Christian, ¡siéntate!Me sonríe divertido.—Señora Grey, es usted una mandona…—Sí. Haz lo que te he dicho y siéntate. —Me pongo las manos en las caderas. Él vuelve a sonreír, seincorpora sobre los codos con dificultad y después se sienta torpemente, algo muy poco propio de Christian.Antes de que se caiga hacia atrás otra vez, le agarro de la corbata y le quito con esfuerzo la chaqueta, primero

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