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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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que será por Christian.—Dolorida y con sed. Tengo mucha sed —susurro.—Le traeré un poco de agua cuando haya comprobado sus constantes y la haya examinado la doctoraBartley.Coge un aparato para medir la tensión y me lo pone en el brazo. Miro ansiosa a Christian. Está horrible,cadavérico casi, como si llevara días sin dormir. Tiene el pelo alborotado, lleva varios días sin afeitarse y sucamisa está llena de arrugas. Frunzo el ceño.—¿Qué tal estás?Ignorando a la enfermera, se sienta en la cama lejos de mi alcance.—Confundida. Dolorida. Y tengo hambre.—¿Hambre? —pregunta y parpadea sorprendido.Asiento.—¿Qué quieres comer?—Cualquier cosa. Sopa.—Señor Grey, necesita la aprobación de la doctora antes de darle nada de comer a la señora Grey.Christian la mira inescrutable durante un momento, después saca la BlackBerry del bolsillo de suspantalones y marca un número.—Ana quiere sopa de pollo… Bien… Gracias. —Y cuelga.Miro a Nora, que observa a Christian con los ojos entornados.—¿Taylor? —le pregunto.Christian asiente.—Su tensión arterial es normal, señora Grey. Voy a buscar a su médico. —Me quita el aparato y sin decirnada más sale de la habitación, emanando desaprobación por todos los poros.—Creo que has hecho enfadar a la enfermera Nora.—Tengo ese efecto en las mujeres. —Sonríe burlón.Río, pero me interrumpo de repente porque siento que el dolor se expande por el pecho.—Sí, es verdad.—Oh, Ana, me encanta oírte reír.Nora vuelve con una jarra de agua. Ambos nos quedamos en silencio mirándonos mientras sirve un vasode agua y me lo da.—Beba a pequeños sorbos —me dice.—Sí, señora —murmuro y le doy un sorbo al agua fresca. Oh, Dios mío. Qué rica. Le doy otro sorbomientras Christian me mira fijamente.—¿Mia? —le pregunto.—Está a salvo. Gracias a ti.—¿La tenían entonces?—Sí.Bueno, toda esta locura ha servido para algo. El alivio me llena el cuerpo. Gracias a Dios, gracias a Dios,gracias a Dios que está bien. Frunzo el ceño.

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