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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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termo y echando una sopa de pollo cremosa en el cuenco.¡Taylor también! Pero no puedo pensar mucho en ello porque la sopa de pollo me distrae. Hueledeliciosamente y desprende un vapor sugerente. La pruebo y es todo lo que prometía ser.—¿Está buena? —me pregunta Christian, acomodándose en la cama otra vez.Asiento enérgicamente y sin dejar de comer. Tengo un hambre feroz. Solo hago una pausa para limpiarmela boca con la servilleta.—Cuéntame lo que pasó… Después de que te dieras cuenta de lo que estaba ocurriendo.Christian se pasa una mano por el pelo y niega con la cabeza.—Oh, Ana, qué alegría verte comer.—Tengo hambre. Cuéntame.Frunce el ceño.—Bueno, después de la llamada del banco creí que mi mundo acababa de hacerse pedazos…No puede ocultar el dolor en su voz.Dejo de comer. Oh, mierda.—No pares de comer o no sigo contándote —susurra con tono férreo mirándome fijamente. Sigo con lasopa. Vale, vale… Maldita sea, está muy buena. La mirada de Christian se suaviza y tras un momentocontinúa.—Poco después de que tú y yo tuviéramos esa conversación, Taylor me informó de que a Hyde le habíanfijado una fianza. No sé cómo lo logró; creía que habíamos conseguido frustrar todos sus intentos. Pero esome hizo pensar en lo que habías dicho… y entonces supe que algo iba muy mal.—Nunca fue por el dinero —exclamo de repente cuando una oleada de furia inesperada se enciende en mivientre. Levanto la voz—. ¿Cómo pudiste siquiera pensar eso? ¡Nunca ha sido por el puto dinero!La cabeza empieza a latirme más fuerte y hago un gesto de dolor. Christian me mira con la boca abiertadurante un segundo, sorprendido por mi vehemencia. Después entorna los ojos.—Ese lenguaje… —gruñe—. Cálmate y come.Le miro rebelde.—Ana… —dice amenazante.—Eso me ha hecho más daño que cualquier otra cosa, Christian —le susurro—. Casi tanto como quefueras a ver a esa mujer.Inhala bruscamente, como si le hubiera dado una bofetada, y de repente parece agotado. Cierra los ojos unmomento y niega con la cabeza, resignado.—Lo sé. —Suspira—. Y lo siento. Más de lo que crees. —Tiene los ojos llenos de arrepentimiento—.Come, por favor. No dejes que se enfríe la sopa. —Su voz es suave y persuasiva y yo decido hacer lo que mepide. Suspira aliviado.—Sigue —susurro entre mordiscos al ilícito panecillo recién hecho.—No sabíamos que Mia había desaparecido. Creí que te estaría chantajeando o algo por el estilo. Te llaméotra vez, pero no respondiste. —Frunce el ceño—. Te dejé un mensaje y llamé a Sawyer. Taylor empezó arastrear tu móvil. Sabía que estabas en el banco, así que fuimos directamente allí.—No sé cómo me encontró Sawyer. ¿También él rastreaba mi teléfono móvil?

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