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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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—Dos meses o así. Yo no recuerdo nada.—¿Has hablado con tu madre y con tu padre de ello?—No.—Tal vez deberías. Quizá ellos podrían ayudarte con esas lagunas.Me abraza con fuerza.—Mira. —Me pasa los papeles que tiene en la mano, que resultan ser dos fotografías. Estiro el brazo yenciendo la lamparilla para poder examinarlas con detalle. La primera es de una casa bastante antigua con unapuerta principal amarilla y una gran ventana con un tejado a dos aguas. Tiene un porche y un pequeño patiodelantero. Es una casa sin nada especial.La segunda foto es de una familia, a primera vista una familia normal de clase media: un hombre con suesposa, diría yo, y sus hijos. Los dos adultos llevan unas vulgares camisetas azules que han soportado mucholavados. Deben de tener unos cuarenta y tantos. La mujer tiene el pelo rubio recogido y el hombre lleva elpelo cortado a cepillo muy corto. Los dos sonríen cálidamente a la cámara. El hombre rodea con el brazo loshombros de una niña adolescente con expresión hosca. Observo a los niños: dos chicos, gemelos idénticos, deunos doce años, ambos con el pelo rubio y sonriendo ampliamente a la cámara. Hay otro niño más joven conel pelo rubio rojizo, que frunce el ceño. Y detrás de él, un niño pequeño con el pelo cobrizo y los ojos grisesmuy abiertos, asustado, vestido con ropa desigual y agarrando una mantita de niño sucia.Joder.—Eres tú —susurro y noto el corazón en la garganta. Sé que Christian tenía cuatro años cuando murió sumadre. Pero ese niño parece más pequeño. Debió de sufrir una malnutrición grave. Reprimo un sollozo ynoto que se me llenan los ojos de lágrimas. Oh, mi dulce <strong>Cincuenta</strong>…Christian asiente.—Sí, soy yo.—¿Welch te ha traído estas fotos?—Sí. Yo no me acuerdo de nada de eso. —Su voz suena átona y sin vida.—¿Que no recuerdas haber estado con unos padres de acogida? ¿Y por qué ibas a recordarlo? Christian,fue hace mucho tiempo. ¿Eso es lo que te preocupa?—Recuerdo otras cosas, de antes y de después. Cuando conocí a mi madre y a mi padre. Pero eso… Escomo si hubiera un gran vacío.Se me encoge el corazón cuando lo comprendo. Mi querido obseso del control necesita que todo esté en sulugar y ahora acaba de darse cuenta de que le falta una pieza del puzle.—¿Jack está en esta foto?—Sí, es el niño mayor.Christian tiene los ojos cerrados con fuerza y se agarra a mí como si fuera un salvavidas. Le paso los dedospor el pelo mientras estudio al niño más grande, que mira a la cámara desafiante y arrogante. Sí, es Jack, lereconozco. Pero solo es un niño, un niño triste de ocho o nueve años que intenta ocultar su miedo detrás deesa hostilidad. Algo vuelve a mi mente.—Cuando Jack me llamó para decirme que tenía a Mia, me dijo que si las cosas hubieran sido diferentespodría haber sido él.

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