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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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elajada, por fin saciada y en calma. Cuando entramos en nuestro baño bostezo con fuerza y me estiro, por fincómoda conmigo misma para variar.—¿Qué? —pregunta Christian mientras abre el grifo.Niego con la cabeza.—Dímelo —me pide suavemente. Echa aceite de baño de jazmín en el agua y el baño se llena de un olordulce y sensual.Me sonrojo.—Es que me siento mejor.Sonríe.—Sí, ha tenido un humor extraño todo el día, señora Grey. —Se pone de pie y me atrae hacia sus brazos—. Sé que estás preocupada por las cosas que han ocurrido recientemente. Siento que te hayas visto envueltaen todo esto. No sé si es una venganza, un antiguo empleado descontento o un rival en los negocios. Pero sialgo te pasara por mi culpa… —Su voz va bajando hasta quebrarse en un susurro lleno de dolor. Yo leabrazo.—¿Y si te pasa algo a ti, Christian? —Al fin enuncio mi miedo en voz alta.Me mira.—Ya lo arreglaremos. Ahora quítate la camisa y métete en el baño.—¿No tienes que hablar con Sawyer?—Puede esperar. —La expresión de su boca se endurece y yo siento una punzada de lástima por Sawyer.¿Qué puede haber hecho para enfadar a Christian?Christian me ayuda a quitarme la camisa y frunce el ceño cuando me giro hacia él. Todavía tengo en lospechos las marcas desvaídas de los chupetones que me hizo durante la luna de miel. Decido no bromear conél sobre ellos.—Me pregunto si Ryan habrá conseguido seguir al Dodge…—Ya nos enteraremos después del baño. Entra. —Me tiende la mano para ayudarme a entrar e intentosentarme dentro del agua caliente y fragante.—Ay. —Tengo el culo un poco sensible y el agua caliente me provoca un leve dolor.—Con cuidado, nena —me dice Christian, pero nada más decirlo la sensación de incomodidad desaparece.Christian se desnuda y se mete detrás de mí, atrayéndome hacia él para que me apoye contra su pecho. Mecoloco entre sus piernas y los dos nos quedamos tumbados, relajados y satisfechos, en el agua caliente. Leacaricio las piernas y él me coge la trenza con una mano y la hace girar entre sus dedos.—Tenemos que revisar los planos de la casa nueva. ¿Más tarde?—Sí. —Esa mujer va a volver. Mi subconsciente levanta la vista del <strong>tercer</strong> volumen de las Obrascompletas de Charles Dickens y frunce el ceño. Pienso lo mismo que mi subconsciente. Suspiro. Pordesgracia los planos de Gia Matteo son espectaculares—. Debería preparar las cosas del trabajo —digo.Él se queda muy quieto.—Sabes que no tienes que volver a trabajar si no quieres —me dice.Oh, no… otra vez no.—Christian, ya hemos hablado de esto. Por favor no resucites aquella discusión.

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