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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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—Entonces siéntate —le pido otra vez.Él obedece sentándose de espaldas al lavabo. Me quito los zapatos y los alejo con el pie hasta donde estásu camisa tirada en el suelo del baño. Cojo de la ducha su champú de Chanel que compramos en Francia.—¿Le gusta este champú al señor? —le digo mostrándoselo con ambas manos como si estuvieravendiendo algo en la teletienda—. Traído personalmente desde el sur de Francia. Me gusta como huele…huele a ti —añado en un susurro abandonando el estilo de presentadora de televisión.—Sigue, por favor —dice sonriendo.Cojo una toalla pequeña del toallero eléctrico. La señora Jones sí que sabe hacer que las toallas estén de lomás suaves.—Échate hacia delante —le ordeno y Christian obedece.Le cubro los hombros con la toalla y abro los grifos para llenar el lavabo de agua tibia.—Ahora échate para atrás. —Me gusta estar al mando. Christian me obedece, pero es demasiado alto. Sesienta más al borde e inclina la silla hasta que la parte alta del respaldo se apoye contra el lavabo. Unadistancia perfecta. Deja caer la cabeza. Sus ojos me miran fijamente y yo sonrío. Cojo uno de los vasos quetenemos sobre el lavabo, lo sumerjo en el agua para llenarlo y después la vierto sobre la cabeza de Christianpara mojarle el pelo. Repito el proceso inclinándome sobre él.—Huele muy bien, señora Grey —murmura y cierra los ojos.Mientras le voy mojando el pelo metódicamente, aprovecho para mirarle con total libertad. Dios… ¿Mevoy a cansar alguna vez de mirarle? Sus largas pestañas oscuras están desplegadas sobre sus mejillas, tiene loslabios un poco separados formando un pequeño rombo oscuro y respira tranquilo. Mmm, qué ganas tengo demeter por ahí la lengua…Le echo agua en los ojos accidentalmente. ¡Mierda!—Perdón.Coge una esquina de la toalla y se ríe al quitarse el agua de los ojos.—Oye, ya sé que soy un petulante, pero no intentes ahogarme.Me inclino, le beso la frente y suelto una risita.—No me tientes.Me coge la nuca y se acerca para juntar sus labios con los míos. Me da un beso breve a la vez que emite unsonido satisfecho desde el fondo de la garganta. Ese sonido entra en conexión con los músculos de lo másprofundo de mi vientre. Es un sonido muy seductor. Me suelta y vuelve a colocarse obedientemente,mirándome con expectación. Durante un momento parece vulnerable, como un niño. Se me ablanda elcorazón.Me echo un poco de champú en la palma y le masajeo la cabeza, empezando por las sienes y subiendohasta la coronilla para después bajar por los lados haciendo círculos con los dedos rítmicamente. Él cierra losojos y vuelve a hacer ese sonido grave y ronroneante.—Qué gusto… —dice un momento después y se relaja bajo el firme contacto de mis dedos.—¿A que sí? —Vuelvo a besarle la frente.—Me gusta que me rasques con las uñas. —Sigue con los ojos cerrados, pero tiene una feliz expresión desatisfacción; ya no queda ni rastro de su vulnerabilidad. Oh, cuánto ha cambiado su humor… Me alegra saber

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