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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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traen entre manos Ryan y Sawyer.—He intentado localizar a Taylor, pero no contesta al móvil. Seguramente estará durmiendo. —Sawyermira el reloj—. Son las dos menos cuarto de la madrugada en la costa Este.Oh, no.—¿Habéis llamado a Christian? —pregunto en un susurro.—No, señora.—¿Estabais llamando a Taylor para que os diera instrucciones?Sawyer parece momentáneamente avergonzado.—Sí, señora.Una parte de mí echa chispas. Ese hombre (vuelvo a mirar al desmayado Hyde) ha allanado mi casa y lapolicía debería llevárselo. Pero al mirarlos a los cuatro, todos con mirada ansiosa, veo que hay algo que noestoy entendiendo, así que decido llamar a Christian. Se me eriza el vello. Sé que está furioso conmigo, muypero que muy furioso, y vacilo al pensar lo que va a decirme. Y ahora además se pondrá más nervioso porqueno está aquí y no puede volver hasta mañana por la noche. Sé que ya le he preocupado bastante esta noche.Tal vez no debería llamarle… Pero de repente se me ocurre algo. Mierda. ¿Y si yo hubiera estado aquí?Palidezco solo de pensarlo. Gracias a Dios que estaba fuera. Quizá al final el problema no vaya a ser tangrave.—¿Está bien? —pregunto señalando a Jack.—Le dolerá la cabeza cuando despierte —aclara Ryan mirando a Jack con desprecio—. Pero necesitamosun médico para estar seguros.Busco en el bolso y saco la BlackBerry. Antes de que me dé tiempo a pensar mucho en el enfado deChristian, marco su número. Me pasa directamente con el buzón de voz. Debe de haberlo apagado por loenfadado que está. No se me ocurre qué decir. Me giro y camino un poco por el pasillo para alejarme de losdemás.—Hola, soy yo. Por favor no te enfades. Ha ocurrido un incidente en el ático, pero todo está bajo control,así que no te preocupes. Nadie está herido. Llámame. —Y cuelgo.»Llamad a la policía —le ordeno a Sawyer. Él asiente, saca su móvil y marca.El agente Skinner está sentado a la mesa del comedor enfrascado en su conversación con Ryan. El agenteWalker está con Sawyer en el despacho de Taylor. No sé dónde está Prescott, tal vez también en el despachode Taylor. El detective Clark no hace más que ladrarme preguntas a mí; los dos estamos sentados en el sofádel salón. El detective es alto, tiene el pelo oscuro y podría ser atractivo si no fuera por su ceñopermanentemente fruncido. Sospecho que le han despertado y sacado de su acogedora cama porque hanallanado la casa de uno de los ejecutivos más influyentes y más ricos de Seattle.—¿Antes era su jefe? —me pregunta Clark lacónicamente.—Sí.Estoy cansada (mucho más que cansada) y solo quiero irme a la cama. Todavía no sé nada de Christian. Laparte buena es que los médicos de la ambulancia se han llevado a Hyde. La señora Jones nos trae a Clark y amí una taza de té.

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