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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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ver a Christian durante todo el día después de pasar casi todo el tiempo juntos durante las últimas tressemanas. Me tumbo de nuevo y miro al techo. Alguien podría pensar que pasar tanto tiempo juntos tiene queser asfixiante, pero no es nuestro caso. He sido feliz todos y cada uno de los minutos que he compartido conél, incluso cuando hemos discutido. Todos… excepto cuando nos enteramos del incendio en las oficinas de laempresa.Se me hiela la sangre. ¿Quién podría querer hacer daño a Christian? Mi mente vuelve a intentar resolver elmisterio. ¿Alguien del trabajo? ¿Una ex? ¿Un empleado descontento? No tengo ni idea y Christian no diceuna palabra al respecto; solo me desvela la mínima información posible con la excusa de protegerme. Suspiro.Mi caballero de la brillante armadura blanca y negra siempre intentando protegerme. ¿Cómo voy a conseguirque se abra un poco más?Se mueve y yo me quedo muy quieta porque no quiero despertarle, pero mi buena intención tiene el efectoopuesto. ¡Mierda! Dos ojos grises me miran fijamente.—¿Qué ocurre?—Nada. Vuelve a dormirte. —Trato de sonreír con tranquilidad. Él se estira, se frota la cara y me sonríe.—¿Jet lag? —me pregunta.—¿Eso es lo que me pasa? No puedo dormir.—Tengo el remedio universal justo aquí y solo para ti, nena. —Me sonríe como un niño y eso me haceponer los ojos en blanco y reírme al mismo tiempo. Un segundo después hundo los dientes en el lóbulo de suoreja y mis oscuros pensamientos quedan relegados.Christian y yo vamos por la interestatal 5 hacia el norte en dirección al puente de la 520 en el Audi R8.Vamos a comer con sus padres, una comida de domingo de bienvenida. Toda la familia va a estar allí ytambién vendrán Kate y Ethan. Va a resultar raro estar acompañados después de tanto tiempo solos. Casi nohe podido hablar con Christian esta mañana; se ha pasado todo el tiempo encerrado en su estudio mientras yodeshacía las maletas. Me ha dicho que no tenía por qué hacerlo, que la señora Jones se encargaría de ello,pero tampoco me he acostumbrado todavía a tener servicio doméstico. Acaricio distraída la tapicería de pielpara centrar mis pensamientos. No me encuentro del todo bien. ¿Sigue siendo por el jet lag? ¿O será por elpirómano?—¿Me dejarías conducir este coche? —le pregunto. Me sorprendo de haberlo dicho en voz alta.—Claro. —Sonríe—. Lo mío es tuyo. Pero como le hagas una abolladura, te las verás conmigo en elcuarto rojo del dolor. —Me lanza una mirada rápida y esboza una sonrisa maliciosa.¡Oh! Le miro con la boca abierta. ¿Es broma o no?—Bromeas… No me castigarías por abollar tu coche, ¿verdad? ¿Quieres más al coche que a mí? —leprovoco.—Casi casi —me dice mientras extiende la mano para darme un apretón en la rodilla—. Pero el coche nome calienta la cama por las noches.—Estoy segura de que eso se puede arreglar; podrías dormir en el coche —le advierto.Christian ríe.—¿No llevamos en casa ni un día y ya me estás echando? —Parece encantado. Le miro y él me responde

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