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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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otra vez, a su ritmo, su tempo caliente y resbaladizo.—¡Ah! —gimo indefensa dentro de su boca y me dejo llevar.—Sí, Ana, sí… —dice entre dientes y yo le cubro la cara de besos: en la barbilla, en la mandíbula, en elcuello…—. Nena… —jadea y vuelve a atrapar mi boca.—Oh, Christian, te quiero. Siempre te querré. —Estoy sin aliento, pero quiero que lo sepa, que esté segurode mí después de todas nuestras peleas de hoy.Gime y me abraza con fuerza, abandonándose al clímax con un sollozo lastimero. Y eso es justo lo quenecesitaba para volver a llevarme al borde del abismo: le rodeo el cuello con los brazos y me dejo ir con él enmi interior. Tengo los ojos llenos de lágrimas porque lo quiero muchísimo.—Oye… —me susurra agarrándome la barbilla para echarme atrás la cabeza y mirándome preocupado—.¿Por qué lloras? ¿Te he hecho daño?—No —le digo para tranquilizarle.Me aparta el pelo de la cara y me seca una lágrima con el pulgar a la vez que me besa tiernamente en loslabios. Sigue dentro de mí. Cambia de postura y yo hago una mueca cuando sale.—¿Qué te pasa, Ana? Dímelo.Sorbo por la nariz.—Es que… Es solo que a veces me abruma darme cuenta de cuánto te quiero —le confieso. Él me sonríecon esa sonrisa tímida tan especial que creo que tiene reservada solo para mí.—Tú tienes el mismo efecto en mí —me susurra y me da otro beso. Yo sonrío y en mi interior la felicidadse despereza y se estira encantada.—¿Ah, sí?Él sonríe.—Sabes que sí.—A veces sí lo sé. Pero no todo el tiempo.—Ídem, señora Grey.Le sonrío y le doy besitos en el pecho. Luego le acaricio el vello con la nariz. Christian me acaricia el peloy me pasa una mano por la espalda. Me suelta el sujetador y me baja un tirante. Me muevo para que me quiteel otro tirante y él deja caer al suelo el sujetador.—Mmm… Piel contra piel —dice feliz y me abraza otra vez.Me da un beso en el hombro y sube acariciándome con la nariz hasta mi oreja.—Huele divinamente, señora Grey.—Y usted, señor Grey. —Vuelvo a acariciarle con la nariz y aspiro el aroma de Christian, que ahora estámezclado con el embriagador perfume del sexo. Podría quedarme así para siempre: en sus brazos, feliz ysatisfecha. Es justo lo que necesitaba después de este día de mucho trabajo, discusiones y de poner a unazorra en su sitio. Aquí es donde quiero estar, y a pesar de su obsesión por el control y su megalomanía, este esel sitio al que pertenezco. Christian entierra la nariz en mi pelo e inspira hondo. Yo suspiro satisfecha y notosu sonrisa. Y así nos quedamos; sentados, abrazados y en silencio.Pero un instante después la realidad se entromete en nuestro momento.

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