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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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¡Familia! ¿Más de un hijo? ¿Será el momento de mencionar eso?Me pone la mano sobre el vientre y extiende los dedos. Madre mía… Contengo la respiración y coloco mimano sobre la suya.—Me cuesta creerlo —susurra, y por primera vez oigo asombro en su voz.—Lo sé. Oh, tengo una prueba. Una foto.—¿Ah, sí? ¿La primera sonrisa del bebé?Saco de la cartera la imagen de la ecografía de Bip.—¿Lo ves?Christian mira fijamente la imagen durante varios segundos.—Oh… Bip. Sí, lo veo. —Suena distraído, asombrado.—Tu hijo —le susurro.—Nuestro hijo —responde.—El primero de muchos.—¿Muchos? —Christian abre los ojos como platos, alarmado.—Al menos dos.—¿Dos? —dice como haciéndose a la idea—. ¿Podemos ir de uno en uno, por favor?Sonrío.—Claro.Salimos afuera a la cálida tarde de otoño.—¿Cuándo se lo vamos a decir a tu familia? —pregunta Christian.—Pronto —le digo—. Pensaba decírselo a Ray esta mañana, pero el señor Rodríguez estaba allí. —Meencojo de hombros.Christian asiente y abre el maletero del R8. Dentro hay una cesta de picnic de mimbre y la manta decuadros escoceses que compramos en Londres.—Vamos —me dice cogiendo la cesta y la manta en una mano y tendiéndome la otra. Los dos vamosandando hasta el prado.—Claro, Ros, hazlo. —Christian cuelga. Es la <strong>tercer</strong>a llamada que responde durante el picnic. Se haquitado los zapatos y los calcetines y me mira con los brazos apoyados en sus rodillas dobladas. Su chaquetaestá a un lado, encima de la mía, porque bajo el sol no tenemos frío. Me tumbo a su lado sobre la manta depicnic. Estamos rodeados por la hierba verde y dorada, lejos del ruido de la casa, y ocultos de los ojosindiscretos de los trabajadores de la construcción. Nuestro particular refugio bucólico. Me da otra fresa y yo lamuerdo y chupo el zumo agradecida, mirando sus ojos que se oscurecen por momentos.—¿Está rica? —susurra.—Mucho.—¿Quieres más?—¿Fresas? No.Sus ojos brillan peligrosamente y sonríe.—La señora Jones hace unos picnics fantásticos —dice.

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