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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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ir al baño.Prescott me acompaña. No dice nada, pero tampoco hace falta que lo haga. La desaprobación irradia de sucuerpo como un isótopo letal.—No he salido sola desde que me casé —digo para mí, mirando la puerta cerrada del baño. Hago unamueca sabiendo que ella está de pie al otro lado de la puerta, esperando a que termine de hacer pis. ¿Y quéiba a hacer Hyde en un bar? Christian está reaccionando exageradamente, como siempre.—Kate, es tarde. Deberíamos irnos.Son las diez y cuarto y acabo de terminarme mi cuarto mojito. Ya estoy empezando a sentir los efectos delalcohol: tengo calor y la vista borrosa. Christian estará bien. Cuando se le pase…—Claro, Ana. Me he alegrado mucho de verte. Se te ve tan, no sé… segura. El matrimonio te sienta bien,sin duda.Me sonrojo. Viniendo de Katherine Kavanagh eso es más que un cumplido.—Sí, es cierto —murmuro y como he bebido demasiado, los ojos se me llenan de lágrimas.¿Podría ser más feliz? A pesar de todo el equipaje que trae, de su naturaleza y de sus <strong>sombras</strong>, he conocidoy me he casado con el hombre de mis sueños. Cambio rápidamente de tema para alejar esos pensamientos tansentimentales, porque si no sé que voy a acabar llorando.—Me lo he pasado muy bien. —Le cojo la mano—. ¡Gracias por obligarme a venir!Nos abrazamos. Cuando me suelta, asiento en dirección a Sawyer y él le pasa las llaves del coche aPrescott.—Estoy segura de que la señorita te-miro-por-encima-del-hombro Prescott le ha dicho a Christian que noestamos en el piso. Y él se habrá puesto furioso —le digo a Kate. Y tal vez se le haya ocurrido alguna formadeliciosa de castigarme… Ojala…—¿Por qué sonríes como una tonta, Ana? ¿Es que te gusta poner furioso a Christian?—No. La verdad es que no. Pero es tan fácil… Es muy controlador a veces. —Más bien casi todo eltiempo…—Ya lo he notado —dice Kate lacónicamente.Aparcamos delante del apartamento de Kate y ella me da un abrazo fuerte.—No te conviertas en una extraña —me susurra y me da un beso en la mejilla. Después sale del coche.La despido con la mano y de repente siento una extraña nostalgia. Echaba de menos la charla de chicas. Esdivertida y relajante y me recuerda que todavía soy joven. Tengo que esforzarme más en encontrar tiempopara ver a Kate, pero lo cierto es que me encanta estar en la burbuja con Christian. Anoche fuimos a la cenade una organización de caridad. Había muchos hombres con trajes y mujeres elegantes y arregladas hablandode los precios de las propiedades inmobiliarias, de la caída de la economía y de los mercados emergentes.Algo aburrido, aburridísimo. Es refrescante soltarme el pelo con alguien de mi edad.Me ruge el estómago. Todavía no he cenado. ¡Mierda! ¡Christian! Rebusco en el bolso y saco laBlackBerry. Oh, madre mía… Cinco llamadas perdidas. Y un mensaje:

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