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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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—Sí.—Sigue tumbada —me ordena. Sale de mí y vuelve a embestirme con mucha fuerza.Oh… esto era lo que quería.—¡Sí! —exclamo con los dientes apretados.Él empieza a establecer un ritmo con la respiración cada vez más trabajosa, que vuelve a acompasarse conla mía cuando entra y sale de mi interior.—Oh, Ana —gime. Aparta una de las manos de mi cadera y gira otra vez el tapón para meterlo despacio,sacarlo un poco y volverlo a meter. La sensación es indescriptible y creo que estoy a punto de desmayarmesobre la mesa. No altera el ritmo de su penetración, una y otra vez, con movimientos fuertes y bruscos alentrar, haciendo que mis entrañas se tensen y tiemblen.—Oh, joder… —grito. Me va a partir en dos.—Sí, nena —murmura él.—Por favor… —le suplico, aunque no sé qué le estoy pidiendo: que pare, que no pare nunca, que vuelva agirar el tapón. Mi interior se tensa alrededor de él y del tapón.—Eso es —jadea y a la vez me da un fuerte azote en la nalga derecha. Y yo me corro, una vez y otra,cayendo, hundiéndome, girando, latiendo a su alrededor una vez, y otra… Christian saca con mucho cuidadoel tapón.—¡Joder! —vuelvo a gritar y Christian me agarra las caderas para que no me mueva y llega el clímax conun alarido.La mujer sigue cantando. Siempre que estamos aquí, Christian pone una canción y programa el equipo paraque se repita. Qué raro. Estoy acurrucada en su regazo, envuelta por sus brazos, con las piernas enroscadascon las suyas y la cabeza descansando contra su pecho. Estamos en el suelo del cuarto de juegos al lado de lamesa.—Bienvenida de vuelta —me dice quitándome el antifaz. Parpadeo para que mis ojos se adapten a la débilluz. Sujetándome la barbilla me da un beso suave en los labios con los ojos fijos en los míos, mirándomeansioso. Estiro la mano para acariciarle la cara. Él me sonríe—. Bueno, ¿he cumplido el encargo? —mepregunta divertido.Frunzo el ceño.—¿Encargo?—Querías que fuera duro —me explica.No puedo evitar sonreír.—Sí, creo que sí…Alza las dos cejas y me sonríe.—Me alegro mucho de oírlo. Ahora mismo se te ve muy bien follada y preciosa. —Me acaricia la cara ysus largos dedos me rozan la mejilla.—Así me siento —digo casi en un ronroneo.Se agacha y me besa tiernamente y noto sus labios suaves y cálidos contra los míos.—Nunca me decepcionas.

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