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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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matarme, que ha raptado a mi hermana y que le ha fracturado el cráneo a mi mujer. Es más que suficiente.Creo que ha llegado el momento de la venganza.Me quedo pálida. Dios mío…—Cierto, señor Grey —susurro.—Ana, esto es lo que voy a hacer. Normalmente no hago cosas por venganza, pero no puedo dejar que sesalga con la suya con esto. Lo que le hizo a Elena… Ella debería haberle denunciado, pero no lo hizo. Esoera decisión suya. Pero acaba de pasarse de la raya con lo de Hyde. Linc ha convertido esto en algo personalal posicionarse claramente contra mi familia. Le voy a hacer pedazos; destrozaré su empresa delante de susnarices y después venderé los trozos al mejor postor. Voy a llevarle a la bancarrota.Oh…—Además —Christian sonríe burlón—, ganaré mucho dinero con eso.Miro sus ojos grises llameantes y su mirada se suaviza de repente.—No quería asustarte —susurra.—No me has asustado —miento.Arquea una ceja divertido.—Solo me ha pillado por sorpresa —susurro y después trago saliva. Christian da bastante miedo a veces.Me roza los labios con los suyos.—Haré cualquier cosa para mantenerte a salvo. Para mantener a salvo a mi familia. Y a este pequeñín —murmura y me pone la mano sobre el vientre para acariciarme suavemente.Oh… Dejo de respirar. Christian me mira y sus ojos se oscurecen. Separa los labios e inhala. En unmovimiento deliberado las puntas de sus dedos me rozan el sexo.Oh, madre mía… El deseo explota como un artefacto incendiario que me enciende la sangre. Le cojo lacabeza, enredo los dedos en su pelo y tiro de él para que sus labios se encuentren con los míos. Él da unrespingo, sorprendido por mi arrebato, y eso le abre paso a mi lengua. Gruñe y me devuelve el beso, suslabios y su lengua ávidos de los míos, y durante un momento ardemos juntos, perdidos entre lenguas, labios,alientos y la dulce sensación de redescubrirnos el uno al otro.Oh, cómo deseo a este hombre. Ha pasado mucho tiempo. Le deseo aquí y ahora, al aire libre, en el prado.—Ana —jadea en trance, y sus manos bajan por mi culo hasta el dobladillo de la falda. Yo intentotorpemente desabrocharle la camisa.—Uau, Ana… Para. —Se aparta con la mandíbula tensa y me coge las manos.—No. —Atrapo con los dientes su labio inferior y tiro—. No —murmuro de nuevo mirándole. Le suelto—. Te deseo.Él inhala bruscamente. Está desgarrado; veo claramente la indecisión en sus ojos grises y brillantes.—Por favor, te necesito. —Todos los poros de mi cuerpo le suplican. Esto es lo que hacemos nosotros…Gruñe derrotado, su boca encuentra la mía y nuestros labios se unen. Con una mano me coge la cabeza y laotra baja por mi cuerpo hasta mi cintura. Me tumba boca arriba y se estira a mi lado, sin romper en ningúnmomento el contacto de nuestras bocas.Se aparta, cerniéndose sobre mí y mirándome.—Es usted tan preciosa, señora Grey.

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