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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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Tengo que reconocerlo… Esa mujer es buena.—O en vez del porche podemos incorporar unas contraventanas de madera del color que elijáis a laspuertas de cristal. Eso también puede ayudar a mantener ese espíritu mediterráneo —continúa.—Como los postigos azules que vimos en el sur de Francia —le digo a Christian, que me mira fijamente.Le da un sorbo al vino y se encoje de hombros, sin hacer ningún comentario. Mmm… No le gusta esa idea,pero no la rechaza, ni se ríe de mí, ni me hace sentir estúpida. Dios mío, este hombre es una contradicción ensí mismo. Me vienen a la cabeza sus palabras de ayer: «Quiero que la casa sea como tú desees. Lo que túdesees. Es tuya». Quiere que yo sea feliz, feliz en todo lo que hago. En el fondo creo que lo sé, pero es soloque… Freno en seco. Ahora no es momento de pensar en la discusión. Mi subconsciente me mira enfadada.Gia está pendiente de Christian, esperando a que tome la decisión. Veo que se le dilatan las pupilas y quesepara los labios cubiertos de brillo. Se pasa la lengua rápidamente por el labio superior antes de darle otrosorbo al vino. Cuando me vuelvo hacia Christian me doy cuenta de que todavía me está mirando a mí, no aella. ¡Sí! Yo voy a tomar las decisiones, señorita Matteo.—Ana, ¿qué quieres tú? —me pregunta Christian, pasándome claramente la pelota.—Me gusta la idea del porche.—A mí también.Me vuelvo hacia Gia. Oye, chica, mírame a mí, no a él. Yo soy la que toma las decisiones en este tema.—Me gustaría ver unos dibujos con los cambios incorporados, con lo del porche más grande y los pilares ajuego con el resto de la casa.Gia aparta a regañadientes los ojos de mi marido y me sonríe. ¿Es que cree que no me doy cuenta?—Claro —concede en tono agradable—. ¿Alguna otra cosa?¿Aparte de follarte con la mirada a mi marido?—Christian quiere remodelar la suite principal —continúo.Se oye una tosecita discreta desde la entrada. Los tres nos giramos y nos encontramos con que Taylor estáallí de pie.—¿Qué quieres, Taylor? —le pregunta Christian.—Necesito tratar con usted un asunto urgente, señor Grey.Christian apoya las manos en mis hombros desde detrás de mí y le habla a Gia.—La señora Grey está a cargo de este proyecto. Tiene carta blanca. Haz lo que ella quiera. Confíocompletamente en su instinto. Es muy lista. —Su voz cambia sutilmente; ahora hay orgullo y una advertenciavelada. ¿Una advertencia para Gia?¿Que confía en mi instinto? Oh, este hombre es imposible… Mi instinto le ha dejado esta tarde pasar porencima de mis sentimientos sin la menor consideración. Niego con la cabeza frustrada, pero me alegro de quele esté diciendo a la señorita demasiado-provocativa-pero-desgraciadamente-buena-en-su-trabajo que yo soyla que está al mando. Le acaricio la mano que tiene sobre mi hombro.—Disculpadme. —Christian me da un apretón en el hombro antes de seguir a Taylor. Me pregunto quéestará pasando.—Hablábamos de la suite principal… —retoma nerviosa Gia.La miro y espero un momento para asegurarme de que Christian y Taylor no pueden oírnos. Entonces,

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