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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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excitante. Me rodea la cintura con las manos y me desplaza para que quede sentada un poco más atrás en suregazo. Le cae agua por el cuello y por el pecho. Quiero agacharme y lamerle las gotas que resbalan, peroatada como estoy resulta difícil.Christian me acaricia los dos muslos y baja las manos hasta mis rodillas. Suavemente me las separa unpoco más y abre un espacio entre las suyas para que quede encajada en esa posición. Sus dedos empiezan aocuparse de mi blusa.—No creo que vayamos a necesitar esto —dice y empieza a desabrochar mecánicamente los botones de lablusa húmeda que tengo pegada al cuerpo.No aparta su mirada de la mía. Se toma su tiempo en la tarea y sus ojos se oscurecen cada vez más segúnse acerca al final. El pulso se me acelera y mi respiración se vuelve superficial. No me lo puedo creer. Casi nome ha tocado y ya estoy así: excitada, necesitada… preparada. Quiero retorcerme. Me deja la blusa húmedaabierta. Me acaricia la cara con las dos manos y su pulgar me roza el labio inferior. De repente me mete elpulgar en la boca.—Chupa —me ordena poniendo énfasis en la CH. Cierro la boca alrededor del dedo y hago exactamentelo que me ha pedido. Oh, me gusta este juego. Sabe bien. ¿Qué otra cosa podría chuparle? Los músculos demi vientre se tensan solo de pensarlo. Él abre los labios cuando le rozo con los dientes y después le muerdo layema del pulgar.Gime, saca lentamente el pulgar húmedo de mi boca y lo baja por la barbilla, la garganta y el esternón.Engancha con él una de las copas de mi sujetador y tira de ella hacia abajo, liberando mi pecho.Su mirada nunca se separa de la mía. Está observando todas las reacciones que su contacto provoca en míy yo le observo a él. Es muy excitante. Devorador. Posesivo. Me encanta. Empieza a hacer lo mismo con laotra mano, de forma que en un segundo tengo ambos pechos libres. Me cubre los dos con las manos y mepasa los pulgares sobre los pezones rodeándolos muy lentamente, provocándolos y excitándolos hasta que losdos se endurecen y se dilatan por su hábil contacto. Intento con todas mis fuerzas no moverme, pero pareceque mis pezones están conectados con mi entrepierna y no puedo evitar gemir y echar atrás la cabeza hastaque finalmente cierro los ojos y me rindo a esa tortura tan dulce.—Chis… —El sonido que emite Christian está en total contradicción con sus caricias y el ritmo constante ysostenido de sus diestros dedos—. Quieta, nena, quieta…Deja un pecho y me coloca la mano extendida sobre la nuca. Se inclina hacia delante, se mete en la boca elpezón que acaba de descuidar su mano y lo chupa con fuerza. Su pelo mojado me hace cosquillas. Al mismotiempo deja de acariciar el otro pezón y en su lugar lo coge entre el pulgar y el índice y lo gira suavemente ydespués tira.—¡Ah! ¡Christian! —gimo y siento que mi cadera da una sacudida. Pero él no se detiene. Sigue con suprovocación lenta, pausada y desesperante. Mi cuerpo empieza a arder cuando el placer me invade.—Christian, por favor —gimo.—Mmm… —ronronea—. Quiero que te corras así. —Mi pezón logra un respiro mientras sus palabras meacarician la piel. Es como si estuviera dirigiéndose a una parte profunda y oscura de mi mente que solo élconoce. Cuando retoma lo que estaba haciendo, con los dientes esta vez, el placer es casi intolerable. Gimomuy alto, me revuelvo en su regazo e intento lograr algo de fricción contra sus pantalones. Tiro de las bragas

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