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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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Ted sonríe, encantado por el juego, y mira el prado. Le coge la mano a Christian y señala un sitio donde noestoy y eso me hace soltar una risita. Vuelvo a tumbarme rápidamente, disfrutando también del juego.—Ted, he oído a mami. ¿La has oído tú?—¡Mami!Río ante el tono imperioso de Ted. Vaya, se parece tanto a su padre ya, y solo tiene dos años…—¡Teddy! —le llamo mirando al cielo con una sonrisa ridícula en la cara.—¡Mami!Muy pronto oigo sus pasos por el prado y primero Ted y después Christian aparecen como una trombacruzando la hierba.—¡Mami! —chilla Ted como si acabara de encontrar el tesoro de Sierra Madre y salta sobre mí.—¡Hola, mi niño! —Le abrazo y le doy un beso en la mejilla regordeta. Él ríe y me responde con otrobeso. Después se escabulle de mis brazos.—Hola, mami. —Christian me mira y me sonríe.—Hola, papi. —Sonrío y él coge a Ted y se sienta a mi lado con su hijo en el regazo.—Hay que tener cuidado con mami —riñe a Ted. Sonrío burlonamente; es irónico que lo diga él. Saca laBlackBerry del bolsillo y se la da a Ted. Eso nos va a dar cinco minutos de paz como máximo. Teddy laestudia con el ceño fruncido. Se pone muy serio, con los ojos azules muy concentrados, igual que su padrecuando lee su correo. Christian le acaricia el pelo con la nariz y se me derrite el corazón al mirarlos: mi hijosentado tranquilamente (durante unos minutos al menos) en el regazo de mi marido. Son tan parecidos… Misdos hombres preferidos sobre la tierra.Ted es el niño más guapo y listo del mundo, pero yo soy su madre, así que es imposible que no piense eso.Y Christian es… bueno, Christian es él. Con una camiseta blanca y los vaqueros está tan guapo comosiempre. ¿Qué he hecho para ganar un premio como ese?—La veo bien, señora Grey.—Yo a usted también, señor Grey.—¿Está mami guapa? —le susurra Christian al oído a Ted, pero el niño le da un manotazo, más interesadoen la BlackBerry.Suelto una risita.—No puedes con él.—Lo sé. —Christian sonríe y le da otro beso en el pelo—. No me puedo creer que vaya a cumplir dos añosmañana. —Su tono es nostálgico y me pone una mano sobre el vientre—. Tengamos muchos hijos —medice.—Uno más por lo menos. —Le sonrío y él me acaricia el vientre.—¿Cómo está mi hija?—Está bien. Dormida, creo.—Hola, señor Grey. Hola, Ana.Ambos nos giramos y vemos a Sophie, la hija de diez años de Taylor, que aparece entre la hierba.—¡Soiii! —chilla Ted encantado de verla. Se baja del regazo de Christian y deja su BlackBerry.—Gail me ha dado polos —dice Sophie—. ¿Puedo darle uno a Ted?

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