10.07.2015 Views

tercer libro Cincuenta sombras liberadas

tercer libro Cincuenta sombras liberadas

tercer libro Cincuenta sombras liberadas

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

5Me desperezo buscando a Christian instintivamente, pero no está. ¡Mierda! Me despierto de golpe y miroansiosa por el camarote. Christian me está observando desde el silloncito tapizado que hay junto a lacama. Se agacha y deja algo en el suelo. Después se acerca y se tumba en la cama conmigo. Lleva unosvaqueros cortados y una camiseta gris.—No te asustes. Todo está bien —me dice con voz suave y tranquilizadora, como si hablara con un animalacorralado.Con ternura me aparta el pelo de la cara y yo me calmo al instante. Veo que intenta ocultar su propiapreocupación, pero no lo consigue.—Has estado tan nerviosa estos últimos días… —me dice con mirada seria.—Estoy bien, Christian. —Le ofrezco la mejor de mis sonrisas porque no quiero que sepa lo preocupadaque estoy por el incendio. Los dolorosos recuerdos sobre cómo me sentí cuando Charlie Tango fue saboteadoy Christian desapareció (el enorme vacío, el dolor indescriptible) siguen encontrando la forma de salir a lasuperficie; esos recuerdos me persiguen y se aferran a mi corazón. Sin dejar de sonreír trato de reprimirlos—.¿Estabas observándome mientras dormía?—Sí —responde—. Estabas hablando.—¿Ah, sí?Mierda. ¿Y qué decía?—Estás preocupada —añade con la mirada llena de angustia. ¿No puedo ocultarle nada a este hombre? Seinclina y me besa entre las cejas—. Cuando frunces el ceño, te sale una V justo aquí. Es un sitio suave paradarte un beso. No te preocupes, nena, yo te cuidaré.—No estoy preocupada por mí. Es por ti —reconozco a regañadientes—. ¿Quién te cuida a ti?—Yo soy lo bastante mayor y lo bastante feo para cuidarme solo. —Sonríe indulgente—. Ven. Levántate.Hay algo que quiero que hagamos antes de volver a casa. —Me sonríe con una sonrisa amplia de niño grandeque dice «sí, es verdad que solo tengo veintiocho» y me da un azote. Doy un respingo, sorprendida, y derepente me doy cuenta de que hoy volvemos a Seattle y me invade la melancolía. No quiero irme. Me haencantado estar con él las veinticuatro horas todos los días y todavía no estoy preparada para compartirlo consus empresas y su familia. Hemos tenido una luna de miel perfecta, con algún que otro altibajo, tengo queadmitir, pero eso es normal en una pareja recién casada, ¿no?Pero Christian no puede contener su entusiasmo infantil y, a pesar de mis oscuros pensamientos, acabacontagiándome. Cuando se levanta con agilidad de la cama le sigo intrigada. ¿Qué tendrá en mente?Christian me ata la llave a la muñeca.—¿Quieres que conduzca yo?—Sí. —Christian me sonríe—. ¿Te la he apretado demasiado?

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!