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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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Ray está de mal humor. Y eso es una alegría. Le pica, no hace más que rascarse y está impaciente eincómodo.—Papá, has tenido un accidente de coche grave. Necesitas tiempo para curarte. Y Christian y yo queremosque te lleven a Seattle.—No sé por qué os estáis molestando tanto por mí. Yo estaré bien aquí solo.—No digas tonterías —digo apretándole la mano cariñosamente. Él tiene el detalle de sonreírme—.¿Necesitas algo?—Mataría por un donut, Annie.Le sonrío indulgentemente.—Te traeré un donut o dos. Iremos a Voodoo.—¡Genial!—¿Quieres un café decente también?—¡Demonios, sí!—Vale, te traeré uno también.Christian está otra vez en la sala de espera, hablando por teléfono. Debería establecer su oficina aquí.Extrañamente está solo, a pesar de que las otras camas de la UCI están ocupadas. Me pregunto si Christianhabrá espantado a las demás visitas. Cuelga.—Clark estará aquí a las cuatro de la tarde.Frunzo el ceño. ¿Qué será tan urgente?—Vale. Ray quiere café y donuts.Christian ríe.—Creo que yo también querría eso si hubiera tenido un accidente. Le diré a Taylor que vaya a buscarlo.—No, iré yo.—Llévate a Taylor contigo —me dice con voz dura.—Vale. —Pongo los ojos en blanco y él me mira fijamente. Después sonríe y ladea la cabeza.—No hay nadie aquí. —Su voz es deliciosamente baja y sé que me está amenazando con azotarme. Estoya punto de decirle que se atreva, pero una pareja joven entra en la sala. Ella llora quedamente.Me encojo de hombros a modo de disculpa mirando a Christian y él asiente. Coge el portátil, me da lamano y salimos de la sala.—Ellos necesitan la privacidad más que nosotros —me dice Christian—. Nos divertiremos luego.Fuera está Taylor, esperando pacientemente.—Vamos todos a por café y donuts.A las cuatro en punto llaman a la puerta de la suite. Taylor hace pasar al detective Clark, que parece de peorhumor de lo que suele estar; siempre parece de mal humor. Tal vez sea algo en la expresión de su cara.—Señor Grey, señora Grey, gracias por acceder a verme.

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