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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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—Lo mismo digo, Grey.Él sonríe burlón.—Cierto. Lo intentaré. —Me da un beso en el pelo.—Creo que vamos a ser felices aquí —susurro cerrando los ojos otra vez.—Sí. Tú, yo y… Bip. ¿Cómo te sientes, por cierto?—Bien. Relajada. Feliz.—Bien.—¿Y tú?—También. Todas esas cosas —responde.Le miro intentando evaluar su expresión.—¿Qué? —me pregunta.—¿Sabes que eres muy autoritario durante el sexo?—¿Es una queja?—No. Solo me preguntaba… Has dicho que lo echabas de menos.Se queda muy quieto y me mira.—A veces —murmura.Oh.—Tenemos que ver qué podemos hacer al respecto —le digo y le doy un beso suave en los labios. Meenrosco a su alrededor como una rama de vid. En mi mente veo imágenes de nosotros en el cuarto de juegos:Tallis, la mesa, la cruz, esposada a la cama… Me gustan esos polvos pervertidos, nuestros polvos pervertidos.Sí. Puedo hacer esas cosas. Puedo hacerlo por él, con él. Puedo hacerlo por mí. Me hormiguea la piel alpensar en la fusta—. A mí también me gusta jugar —murmuro y le miro. Me responde con su sonrisa tímida.—¿Sabes? Me gustaría mucho poner a prueba tus límites —susurra.—¿Mis límites en cuanto a qué?—Al placer.—Oh, creo que eso me va a gustar.—Bueno, quizá cuando volvamos a casa —dice, dejando esa promesa en el aire entre los dos.Le acaricio con la nariz otra vez. Le quiero tanto…Han pasado dos días desde nuestro picnic. Dos días desde que hizo la promesa: «Bueno, quizá cuandovolvamos a casa». Christian sigue tratándome como si fuera de cristal. Todavía no me deja ir a trabajar, asíque estoy trabajando desde casa. Aparto el montón de cartas que he estado leyendo y suspiro. Christian y yono hemos vuelto al cuarto de juegos desde la vez que dije la palabra de seguridad. Y ha dicho que lo echa demenos. Bueno, yo también… sobre todo ahora que quiere poner a prueba mis límites. Me sonrojo al pensaren qué puede implicar eso. Miro las mesas de billar… Sí, no puedo esperar para explorar las posibilidades.Mis pensamientos quedan interrumpidos por una suave música lírica que llena el ático. Christian estátocando el piano; y no sus piezas tristes habituales, sino una melodía dulce y esperanzadora. Una que

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