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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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—Lo sé —susurra y noto su sonrisa tímida.Me despierto sobresaltada. La luz inunda la habitación y Christian no está en la cama. Miro el reloj y veo queson las siete y cincuenta y tres. Inspiro hondo y hago una mueca de dolor cuando mis costillas se quejan,aunque ya me duelen un poco menos que ayer. Creo que puedo ir a trabajar. Trabajar… sí. Quiero ir atrabajar.Es lunes y ayer me pasé todo el día en la cama. Christian solo me dejó ir a hacerle una breve visita a Ray.Sigue siendo un obseso del control. Sonrío cariñosamente. Mi obseso del control. Ha estado atento, cariñoso,hablador… y ha mantenido las manos lejos de mí desde que llegué a casa. Frunzo el ceño. Voy a tener quehacer algo para cambiar eso. Ya no me duele la cabeza y el dolor de las costillas ha mejorado, aunque todavíatengo que tener cuidado a la hora de reírme, pero estoy frustrada. Si no me equivoco, esta es la temporadamás larga que he pasado sin sexo desde… bueno, desde la primera vez.Creo que los dos hemos recuperado nuestro equilibrio. Christian está mucho más relajado; el cuento paradormir parece haber conseguido ahuyentar unos cuantos fantasmas, suyos y míos. Ya veremos.Me ducho rápido, y una vez seca, busco entre mi ropa. Quiero algo sexy. Algo que anime a Christian a laacción. ¿Quién habría pensado que un hombre tan insaciable podría tener tanto autocontrol? No quiero nipensar en cómo habrá aprendido a mantener esa disciplina sobre su cuerpo. No hemos hablado de la brujadespués de su confesión. Espero que no tengamos que volver a hacerlo. Para mí está muerta y enterrada.Escojo una falda corta negra casi indecente y una blusa blanca de seda con un volante. Me pongo mediashasta el muslo con el extremo de encaje y los zapatos de tacón negros de Louboutin. Un poco de rimel y debrillo de labios y después de cepillarme el pelo con ferocidad, me lo dejo suelto. Sí. Esto debería servir.Christian está comiendo en la barra del desayuno. Cuando me ve, deja el tenedor con la tortilla en el aire amedio camino de su boca. Frunce el ceño.—Buenos días, señora Grey. ¿Va a alguna parte?—A trabajar. —Sonrío dulcemente.—No lo creo. —Christian ríe entre dientes, burlón—. La doctora Singh dijo que una semana de reposo.—Christian, no me voy a pasar todo el día en la cama sola. Prefiero ir a trabajar. Buenos días, Gail.—Hola, señora Grey. —La señora Jones intenta ocultar una sonrisa—. ¿Quiere desayunar algo?—Sí, por favor.—¿Cereales?—Prefiero huevos revueltos y una tostada de pan integral.La señora Jones sonríe y Christian muestra su sorpresa.—Muy bien, señora Grey —dice la señora Jones.—Ana, no vas a ir a trabajar.—Pero…—No. Así de simple. No discutas. —Christian es firme. Le miro fijamente y entonces me doy cuenta deque lleva el mismo pantalón del pijama y la camiseta de anoche.

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