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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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quemado. Aquí —dice metiéndome el dedo índice en la boca—. Seguro que tú me lo chupas mejor que yo.—Oh. —Le agarro la mano y me saco el dedo de la boca lentamente—. Ya está, ya está —digo y meacerco para soplarle y enfriarle el dedo. Después le doy dos besitos suaves. Él deja de respirar. Vuelvo ameterme el dedo en la boca y lo chupo con cuidado. Él inspira bruscamente y ese sonido me llegadirectamente a la entrepierna. Tiene un sabor tan delicioso como siempre y me doy cuenta de que este es sujuego: la lenta seducción de su esposa. Se supone que estaba enfadado, pero ahora… Este hombre que es mimarido es muy confuso. Pero a mí me gusta así. Juguetón. Divertido. Y muy sexy. Me ha dado algunasrespuestas, pero no las suficientes. Quiero más, pero también quiero jugar. Después de toda la ansiedad y latensión del día y la pesadilla de anoche con lo de Jack, necesito una distracción como esta.—¿En qué piensas? —me pregunta Christian y me saca el dedo de la boca, lo que interrumpe mispensamientos.—En lo temperamental que eres.Todavía está a mi lado.—<strong>Cincuenta</strong> Sombras, nena —dice por fin y me da un beso tierno en la comisura de la boca.—Mi <strong>Cincuenta</strong> Sombras —le susurro y le agarro de la camiseta para atraerlo hacia mí.—Oh, no, señora Grey, nada de tocar. Todavía no.Me coge la mano, me obliga a soltarle la camiseta y me besa los dedos uno por uno.—Siéntate bien —me ordena.Hago un mohín.—Te voy a azotar si haces mohínes. Abre bien la boca.Oh, mierda. Abro la boca y él mete un tenedor con cordero caliente y especiado cubierto por una salsa deyogur fría y con sabor a menta. Mmm… Mastico.—¿Te gusta?—Sí.Él emite un sonido de satisfacción y sé que también está comiendo.—¿Más?Asiento. Me da otro trozo y yo lo mastico con energía. Deja el tenedor y parte algo… pan, creo.—Abre —me manda.Esta vez es pan de pita con humus. Veo que la señora Jones (o tal vez Christian) ha ido de compras a latienda de delicatessen que yo descubrí hace unas cinco semanas a solo dos manzanas del Escala. Masticoencantada. El Christian juguetón me aumenta el apetito.—¿Más? —me pregunta.Asiento.—Más de todo. Por favor. Me muero de hambre.Oigo su sonrisa de placer. Me va dando de comer lenta y pacientemente, en ocasiones me quita un resto decomida de la comisura de la boca con un beso o con los dedos. De vez en cuando me ofrece un sorbo de vinode esa forma suya tan particular.—Abre bien y después muerde —me dice, y yo lo hago.Mmm… Una de mis comidas favoritas: hojas de parra rellenas. Están deliciosas, aunque frías; las prefiero

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