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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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Él no se detiene. Con un cuidado exquisito aumenta poco a poco la intensidad sobre los dos pezones. Tiroinfructuosamente de las esposas cuando siento unas punzadas de placer que salen de mis pezones y recorrenmi cuerpo hasta la entrepierna. Intento retorcerme, pero apenas puedo moverme y eso hace la tortura másintensa.—Christian… —le suplico.—Lo sé —murmura con voz ronca—. Así me haces sentir tú.¿Qué? Gruño y él empieza de nuevo a someter a mis pezones a esa agonía dulce una y otra vez…acercándome cada vez más.—Por favor… —lloriqueo.Emite un sonido grave y primitivo desde su garganta y se pone de pie, dejándome abandonada, sin alientoy tirando de las esposas que me atan. Me acaricia los costados con las manos. Deja una en la cadera y otrasigue bajando por mi vientre.—Vamos a ver cómo estás —me dice con suavidad. Me cubre el sexo con la mano y me roza el clítoriscon el pulgar, lo que me hace gritar. Lentamente mete un dedo en mi interior y después un segundo dedo.Gimo y proyecto las caderas hacia delante, ansiosa por acercarme a sus dedos y a la palma de su mano—.Oh, Anastasia, estás más que lista —me susurra.Hace movimientos circulares con los dedos que tiene en mi interior, una y otra vez, y me acaricia el clítoriscon el pulgar, arriba y abajo, sin parar. Es el único punto del cuerpo en que me está tocando y toda la tensióny la ansiedad del día se están concentrando en esa parte de mi anatomía.Oh, Dios mío… esto es intenso… y extraño… la música… empiezo a acercarme… Christian se mueve, sindetener los movimientos de su mano dentro y fuera de mí, y de repente oigo un zumbido suave.—¿Qué es…? —pregunto casi sin aliento.—Chis… —me dice para que me calle y aprieta sus labios contra los míos, su eficaz forma de silenciarme.Agradezco ese contacto más cálido y más íntimo y le devuelvo el beso vorazmente. Él rompe el contacto yoigo el zumbido más cerca—. Esto es una varita, nena. Vibra.Me la apoya en el pecho y noto un objeto con forma de bola que vibra contra mi piel. Me estremezcocuando empieza a bajarla por mi cuerpo y entre mis pechos y a desplazarla para que entre en contacto conuno y después con el otro pezón. Me embargan un cúmulo de sensaciones: siento cosquillas por todo elcuerpo y el cerebro en llamas cuando una necesidad oscura, muy oscura, se concentra en el fondo de mivientre.—Ah —lloriqueo y los dedos de Christian siguen moviéndose dentro de mí. Estoy muy cerca… toda estaestimulación… Echo atrás la cabeza y dejo escapar un gemido muy alto. Entonces Christian para de moverlos dedos y todas las sensaciones se esfuman—. ¡No! Christian… —le suplico y proyecto las caderas haciadelante para intentar lograr algo de fricción.—Quieta, nena —me dice mientras siento que la posibilidad del orgasmo se aleja y se desvanece. Se acercaotra vez y me besa—. Es frustrante, ¿no? —me dice.¡Oh, no! Acabo de entender de qué va este juego.—Christian, por favor.—Chis… —me dice y me da otro beso. Y vuelve a retomar el movimiento: la varita, los dedos, el pulgar…

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