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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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—Gracias. —Clark se vuelve de nuevo hacia mí—. ¿Y dónde está el señor Grey?—En Nueva York. Un viaje de negocios. Volverá mañana por la noche… quiero decir, esta noche. —Yaes pasada la medianoche.—Ya conocíamos a Hyde —murmura el detective Clark—. Necesito que venga a la comisaría a hacer unadeclaración. Pero eso puede esperar. Es tarde y hay un par de reporteros haciendo guardia en la acera. ¿Leimporta que eche un vistazo?—No, claro que no —le respondo y me siento aliviada de que haya terminado con el interrogatorio. Meestremezco al pensar que hay fotógrafos fuera. Bueno, no van a ser un problema hasta mañana. Hago unanota mental de llamar a mamá y a Ray mañana para que no se preocupen si oyen algo en la televisión.—Señora Grey, ¿por qué no se va a la cama? —me dice la señora Jones con voz amable y llena depreocupación.La miro a los ojos tiernos y cálidos y de repente siento la necesidad imperiosa de llorar. Ella se acerca y mefrota la espalda.—Ya estamos seguras —me dice—. Todo esto no será tan malo por la mañana, cuando haya dormido unpoco. Además, el señor Grey volverá mañana por la noche.La miro nerviosa, conteniendo con dificultad las lágrimas. Christian se va a poner tan furioso…—¿Quiere algo antes de acostarse? —me pregunta.Entonces me doy cuenta del hambre que tengo.—¿Tal vez algo de comer?Ella muestra una gran sonrisa.—¿Un sándwich y un poco de leche?Asiento agradecida y ella se encamina a la cocina. Ryan sigue con el agente Skinner. En el vestíbulo, eldetective Clark está examinando el desastre que hay delante del ascensor. Parece pensativo a pesar de suceño. De repente siento nostalgia, nostalgia de Christian. Apoyo la cabeza en las manos y deseo con todasmis fuerzas que pudiera estar aquí. Él sabría qué hacer. Menuda noche. Solo quiero acurrucarme en suregazo, que me abrace y me diga que me quiere aunque yo no haga lo que me dice… Pero esta noche no va apoder ser. Pongo los ojos en blanco en mi interior… ¿Por qué no me dijo que había aumentado la seguridadde todos? ¿Qué había exactamente en el ordenador de Jack? Qué hombre más frustrante. Pero ahora mismoeso no me importa. Quiero a mi marido. Le echo de menos.—Aquí tienes, Ana. —La señora Jones interrumpe mi agitación interior. Cuando alzo la vista veo que meestá tendiendo un sándwich de mantequilla de cacahuete y gelatina con los ojos brillantes. Llevo años sincomer algo así. Le sonrío tímidamente y me lanzo a por él.Cuando por fin me meto en la cama, me acurruco en el lado de Christian con su camiseta puesta. Tanto sucamiseta como su almohada huelen a él y mientras me voy dejando llevar por el sueño deseo que tenga unbuen viaje a casa… y que vuelva de buen humor.Me despierto sobresaltada. Hay luz y me laten las sienes. Oh, no. Espero no tener resaca. Abro los ojos concuidado y veo que la silla del dormitorio no está en su sitio habitual y que Christian está sentado en ella. Llevael esmoquin y el extremo de su pajarita le sobresale del bolsillo delantero. Me pregunto si estaré soñando.

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